¿Cuál es el impacto ambiental de producir un tetrabrik de leche, o un kilo de carne de ternera? En el marco del grupo operativo RUMPRINT, investigadoras del Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA) especializadas en la producción de carne y de leche, en el análisis del ciclo de vida y en la gestión de las deyecciones ganaderas, han calculado la huella ambiental de estos dos productos de origen animal y han identificado sus principales factores a mejorar para reducir los impactos ambientales de la ganadería.

Los cálculos se han realizado a partir de la metodología de la Comisión Europea Huella Ambiental de Productos (PEF, por sus siglas en inglés), que sirve para medir el cumplimiento ambiental de los productos y que, en un futuro próximo, será la base para el ecoetiquetado en Europa.

«En el proyecto, hemos adaptado el método a la realidad de las empresas del sector vacuno catalanas para poder tener un diagnóstico más realista en Catalunya y así poder preparar el sector para que pueda cumplir con la normativa ambiental europea», explica Montse Núñez, investigadora del programa de Sostenibilidad en biosistemas del IRTA.

A lo largo del proyecto para reducir los impactos ambientales de la ganadería, se han analizado los datos de consumo de recursos utilizados y las emisiones producidas de dos granjas intensivas de ternero de engorde del Grupo Viñas S.A., una de las empresas más representativas del sector vacuno en cuanto a los sistemas de producción y a la extensión, y tres lecheras de la cooperativa Ganaderos del Baix Empordà, SCCL, que produce leche para Llet Nostra. Son muchas las empresas del sector ganadero que, conscientes de las demandas de la sociedad, están cada vez más concienciadas para medir el impacto de su actividad y reducirlo. «Para saber cómo mejorar, primero necesitamos saber desde qué punto partimos, y este retrato, hasta ahora, no lo teníamos», explica el responsable de Calidad de Grupo Viñas S.A., Guillem de Planell.

Por su parte, Jordi Riembau, presidente de la Cooperativa de Ganaderos del Baix Empordà – Llet Nostra, confirma que «proyectos como estos nos ayudan a explicar nuestro trabajo, así como establecer prioridades a la hora de actuar en la reducción del nuestro impacto ambiental». Esta diagnosis es lo que se conoce como la huella ambiental que generan todos los componentes del ciclo para llegar a tener carne envasada o un tetrabrik de leche.

El estudio concluye que la mayor parte de los impactos ambientales de la ganadería se producen en el origen de las materias primas de los piensos y en la propia granja. En menor cantidad, se producen en el matadero, en el transporte, en el almacén y en la fase del envasado, entre otros.

En el caso de la producción de la leche, la producción y la composición del pienso y del forraje es el que genera más impactos ambientales de la ganadería, ya que más genera de la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), mientras que, en la producción de carne, más de la mitad de las emisiones de GEI las causan las fermentaciones entéricas de los animales y del estiércol y, en segundo término, la producción de los piensos y forrajes. En cuanto al consumo de agua, tanto para producir carne como leche, la producción de pienso es el factor que más contribuye a la huella hídrica.

PIENSOS CON BAJO IMPACTO AMBIENTAL Y MÁS FÁCILES DE DIGERIR

Partiendo de estos datos, RUMPRINT pone de manifiesto que uno de los puntos clave en los que incidir es en la dieta de los terneros de engorde y de las vacas lecheras. Por un lado, en el origen geográfico de los ingredientes que forman parte de los piensos: la soja y el aceite de palma, que provienen de Sudamérica, contribuyen a la deforestación de bosques primarios ya la pérdida de biodiversidad, además de afectar a pueblos indígenas y comunidades locales que dependen de los bosques.

En el caso de otros ingredientes como los cereales, los factores que tienen mayor impacto son la rentables agronómicamente y el origen geográfico del agua que se utiliza para producirlos. Por eso, «es importante que las granjas presten atención al origen de las materias primas de los piensos que se usan. Algunas, de hecho, han empezado ya a comunicar voluntariamente sobre la procedencia de los ingredientes usados, una iniciativa que la Unión Europea hará obligatoria próximamente para algunos productos», puntualiza Montse Núñez.

Sin embargo, el equipo remarca que, antes de apostar por ingredientes de proximidad, «necesitamos asegurar que estos tienen un buen rendimiento agronómico y se gestionan con prácticas agrícolas de bajo impacto ambiental».

Por otra parte, la composición del pienso tiene también efectos en la digestión de los animales. En el rumen, el estómago de los rumiantes, las bacterias fermentan los alimentos y producen metano, un GEI. La composición de la dieta tiene una relación directa con las bacterias que realizan esta fermentación y, por tanto, si se modifica la dieta se puede conseguir que los animales emitan más o menos GEI. Por eso, «hay que formular piensos con ingredientes adaptados a las necesidades nutritivas de cada fase de crecimiento del ternero», apunta Maria Devant, jefe de los programas Nutrición animal y Producción de rumiantes del IRTA.

OPTIMIZAR LA GESTIÓN DEL ESTIÉRCOL, EVITAR PÉRDIDAS DE AGUA Y ENERGÍAS RENOVABLES

Otro punto para mejorar en las granjas es la gestión del estiércol. Las expertas sugieren diferentes opciones, como dividir sus fracciones en líquida y sólida, y gestionarlas por separado. En primer lugar, si se opta por almacenar la fracción sólida del estiércol, es necesario poner la pila sobre un suelo impermeable con sistema de drenaje y un depósito que recoja la escorrentía y reducir el contacto entre la superficie de emisión al aire y el volumen de la pila. En segundo lugar, si el estiércol se apila en el campo, hay que hacerlo lejos de los cursos de agua superficiales y subterráneos.

En cuanto a la fracción líquida, las expertas recomiendan que se debe poner rápidamente en balsas y cubrirla con cubiertas rígidas o de paja, minimizar la agitación e instalar sistemas de detección de fugas. Otras alternativas de gestión sería hacerlo compuesto para obtener un fertilizante orgánico de calidad que mejoraría la calidad del suelo, la estructura, retendría más agua y captaría más carbono, o también hacer biogás para producir energía.

En el caso del consumo de agua en la granja se recomienda realizar el mantenimiento de un registro de uso para detectar fugas, realizar revisiones periódicas de los abrevaderos de los animales, reutilizar el agua para la limpieza, sobre todo en las granjas de vacas lecheras, donde se emplea en mayores cantidades que en las de terneros de engorde, e incluso al regar cultivos destinados a la alimentación animal y para bebida de los animales una vez tratada adecuadamente. En cuanto al gasto energético, la tendencia debería ir hacia la instalación de placas solares, y contadores y temporizadores para identificar los consumos más relevantes en las granjas y almacenes.

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