Desde el origen de la Historia, lo fácil es hallar un culpable de todos los males en el vecino más cercano. Da igual que sea el de la aldea de al lado, una región, un país o, en el caso que nos ocupa, un continente. Siempre es cómodo echar las culpas a Europa de todo lo que nos suceda en el campo español, como lo es responsabilizar a la Administración de turno.  Sin embargo, hay ocasiones en las queel enfado está más que justificado, quizás no por el contenido en sí mismo, sino por las formas y la manera con la que se trata a España desde otros países europeos.

    Y un buen caso es la decisión por sorpresa de la Comisión Europea de retirar su plan para prohibir las aceiteras rellenables en los restaurantes. No se trata de drama como uno de esos recortes del 5% de los fondos de la PAC, ni de una de esas imposiciones para el reparto de las ayudas, se parece más bien a ese desprecio que a veces muestran algunos dirigentes europeos de que nos ‘regalan’ el dinero, casi a modo de propina, para que podamos sobrevivir. Lo que jode de esta decisión no es la consecuencia económica -que la hay- sino al sinsentido que conlleva que lleven años presionándonos para que apostemos por la calidad y por la producción ecológica y cuando se hace un esfuerzo, como es en el caso del aceite, se le dé la espalda porque algunos países nórdicos prefieren cocinar con mantequilla –y a esa que nadie la toque—y son incapaces de disfrutar de una buena rebanada de pan con aceite de calidad para desayunar. Al fin y al cabo, tampoco se han rajado mucho las vestiduras con la carne de caballo de las albóndigas de ‘su’ Ikea.

    El sector olivarero, al margen de la pésima campaña que han sufrido y de las pérdidas que acumulan año tras año, ha hecho una inversión muy fuerte para conseguir un producto de calidad, un producto que se empieza a especializar y que provoca que el gusto de los consumidores haya pasado del pan con aceite al pan con aceite de… la denominación de origen que sea. Se ha invertido, se han hecho esfuerzos, se ha trabajado duro para conseguir esto y ahora, cuando el fruto podía estar a la vuelta de la esquina, se da marcha atrás porque a la prensa británica o a los países nórdicos les trae al fresco el aceite.

   Imagino que miles de bares y restaurantes estarán encantados con esta decisión de la Comisión Europea porque podrán seguir comprando el aceite de oferta más barato para rellenar sus aceiteras y, posiblemente, será un alivio económico para ellos en estos momentos de crisis. Pero también hay que pensar en todos los esfuerzos que ha hecho un sector como el olivarero para adaptarse a las exigencias de la CE para poder acceder a las ayudas de la PAC en las mejores condiciones para ver ahora cómo se les da la espalda sin ningún rubor.

    Europa es lo que es y dependemos de ella, pero con actitudes como ésta –que insisto no son vitales pero sí un reflejo de cómo se nos considera para una gran parte de sus países—no me extraña que haya quien piense que ellos se conforman con pagar la cama, pero la vaselina, o mejor ahora los miles de litros de aceites de calidad que no van a servir más que para lubricar, la paguemos nosotros. Porque la verdad es que nos la meten por detrás una y otra vez….

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