EFE.- La iniciativa -que une la preservación de la biodiversidad con la mejora de la calidad agroalimentaria- se desarrolla en el área citrícola de la Comunidad Valenciana desde el Centro de Evolución de Insectos Estériles, en Moncada, y la Bioplanta de Insectos Estériles de Caudete de las Fuentes, ambos en la provincia de Valencia.

Lideran una iniciativa que busca "luchar contra esta plaga de un modo sostenible y respetuoso con el medio ambiente", según explica a Efeagro Ignacio Plá, desde la planta de Moncada.

Trabajan, el Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA) y la empresas pública Tragsa, en colaboración con la Agencia Internacional de la Energía Atómica, organismo dependiente de la ONU, que es quien lidera todos los proyectos de aplicación de la Técnica de Insecto Estéril en el mundo.

La búsqueda de una producción agroalimentaria respetuosa con el medio ambiente y el cumplimiento de las nuevas disposiciones europeas sobre uso de fitosanitarios han impulsado la búsqueda de métodos de control biológico de plagas.

A la técnica del insecto estéril se unen otras como las de confusión sexual (para que los machos no logren fertilizar a las hembras), las trampas de feromonas o los insectos depredadores de aquellos que provocan daños en las explotaciones.

El proyecto TIE, según Plá, "responde a una necesidad legal, ya que se prohibieron los tratamientos químicos aéreos, que era como tradicionalmente se acometía la lucha contra la mosca del Mediterráneo; es una técnica que permite combatir la plaga en el área citrícola de forma sostenible y con respeto al medio ambiente".

Este sistema busca controlar la plaga "por debajo de los umbrales económicos de daños para el sector valenciano", explica, dado que la mosca de la fruta es polífaga, ataca a multitud de fruta -especialmente a los cítricos- y pone sus huevos en el interior de los frutos, donde evolucionan en sus diferentes estadíos de larva y pupa, de la que al final sale el insecto adulto.

"En este proyecto, detalla Plá, se reproduce todo este ciclo de manera artificial"; por una parte, para generar los machos y hembras necesarios para ello, y por otra, para conseguir machos estériles, que serán los que se liberen de forma controlada sobre las zonas afectadas y los que al aparearse con las hembras silvestres no darán como resultado huevos viables.

Con ello se reduce la afectación sobre el terreno -el objetivo sería la erradicación-, mientras que es inocua tanto para los trabajadores como para el medio ambiente y la producción citrícola.

El proceso es laborioso y sometido permanentemente a controles de calidad y de seguridad laboral y medioambiental; todo comienza en la bioplanta de Caudete de las Fuentes, que con una capacidad de 500 millones de pupas a la semana, es la segunda en él ámbito mundial, solo detrás de una instalación de Guatemala.

Según detalla uno de sus responsables, Jaime García de Oteyza, "nunca se nos ha encargado llegar a este nivel, estamos normalmente trabajando una máxima de 400 millones. Y sí que hemos llegado puntualmente a picos de 450-460 millones a la semana".

La planta está localizada fuera de la zona citrícola, resalta García de Oteyza, para no tener "problemas de tipo biológico, de seguridad biológica; está en un emplazamiento en el que las condiciones ambientales tanto en verano como en invierno son muy adversas para el insecto".

Es decir, si saliera al exterior algún insecto, "que no tengamos problemas de que se quede instalada la plaga en la zona", señala.

En sus instalaciones, los huevos, las larvas, las pupas y los adultos cumplen todo su ciclo vital en situaciones de humedad, temperatura y alimentación adecuadas para su desarrollo óptimo.

"Siempre es una pelea destinada a lograr las condiciones de cría, ajustadas de manera que la producción sea lo más constante posible, la calidad aceptable", añade García de Oteyza.

Los huevos se incuban a 24 grados, temperatura que se eleva hasta los 34 si se quieren eliminar los huevos que dan lugar a hembras.

Posteriormente, las larvas se alimentan con una dieta de pulpa de remolacha, azúcar y levaduras hasta que completan su desarrollo y saltan a bandejas de colecta que se trasladan a un cuarto oscuro, donde se convierten en pupa.

En ese momento, las pupas o bien se destinan a continuar el ciclo de vida de la mosca y garantizar la producción, o bien se envían a un centro de irradiación en Tarancón (Cuenca) para su esterilización.

"En Moncada -apunta Plá- recibimos las pupas esterilizadas y tintadas, y las evolucionamos hasta adulto en cámaras; les damos el alimento y las condiciones ambientales necesarias para obtener adultos estériles", que serán los que se liberen en el campo.

Una red de más de 1.000 trampas en el área citrícola de la Comunidad Valenciana permitirá dos tareas vitales: trazar el mapa de riesgo que el sistema informático necesita para guiar la liberación controlada de los machos estériles en la cantidad y la zona indicadas; y analizar la eficacia de la técnica y el estado de la plaga.

En cada vuelo pueden liberarse 10 millones de adultos, sólo sobre las zonas en las que es necesario y en la cantidad establecida por los expertos.

Optimizar diariamente su trabajo, controlar la calidad de los machos estériles y de la liberación y aprovechar al máximo las herramientas informáticas que les permiten monitorizar todo el proceso son algunos de los aspectos destacados por unos profesionales que buscan el beneficio tanto del sector citrícola como del medioambiente y la biodiversidad de la zona.

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