EFE.- El desempleo, el precio de la vivienda o el estrés han animado a muchos a poner su atención en el mundo agreste, en lo que dan en llamar "un proceso lento", así lo aseguraron los emprendedores en el rural consultados por Efe, pero que podría suponer "un refugio para numerosos jóvenes y desempleados que no ven futuro" en las metrópolis.
Aunque todavía no se puede hablar de un éxodo representativo -en Galicia hay cerca de 1.400 núcleos rurales despoblados-, la difícil coyuntura económica ha contribuido a sacar a decenas de pueblos del olvido, en ocasiones por las iniciativas de los ayuntamientos, que tratan de hacer frente al despoblamiento y al envejecimiento de su población.
Las diferentes ayudas existentes, en las administraciones autonómicas y locales, parecen haber animado a los más jóvenes a sacar los aperos de labranza, recuperar casas abandonadas y a cultivar huerta y viñedos, como alternativa al mercado laboral.
Tras finalizar sus estudios de Ingeniería Agrícola y tecnología de los alimentos, los gallegos Liliana Lafuente y Iago Garrido, decidieron dejar la ciudad y comprar un terreno en Cenlle (unas cuatro hectáreas), que cuenta en la actualidad con una pequeña viña.
Después de una primera fase -en 2008- en la que abordaron la adquisición del terreno y la plantación del viñedo, la joven pareja espera acometer este año 2013 la construcción de una bodega, con el propósito de elaborar así su primera producción de vino, en su mayoría treixadura.
No se trata del único proyecto que tienen en mente. Con el tiempo pretenden crear su propia huerta ecológica, principalmente para autoconsumo, aunque con la idea de vender los excedentes producidos.
Para la producción, no utilizan ningún tipo de pesticidas ni productos químicos, sino que se basan en los principios de la agricultura biodinámica.
Por el momento, además de la viña cuentan con varias ovejas, dos gallinas y dos perros, que se encargan del cuidado del terreno, mientras ellos están fuera.
Dos socios gallegos de la empresa ‘Tempo Sacro’, Óscar González y David Rodríguez, naturales de Ferrol y Ourense, seducidos por una iniciativa del Ayuntamiento de Parada de Sil (Ourense), decidieron iniciar un negocio en ese municipio, tras ganar un concurso público.
Así, ambos llevan un albergue-cantina, situado en las instalaciones de la ‘Fábrica da Luz’, antigua central hidroeléctrica del siglo XX, que después de varios años abandonada ha sido recuperada como espacio de turismo rural.
El establecimiento, que empezará a funcionar a pleno rendimiento a partir de marzo de este año, ofrecerá alojamiento y una completa oferta de actividades de turismo de aventura, así como cursos de formación, en colaboración con hosteleros.
En la actualidad, tienen reservas para el mes de octubre, "todo un logro antes de empezar", contaron a Efe.
Algo diferente ha sido el caso de Jorge Rincón y su pareja Rocío Sanz. Estos dos empresarios decidieron dejarlo todo hace ya catorce años, abandonar Madrid y poner en marcha la cooperativa ‘Como Cabras’, en Castro Caldelas (Ourense), para producir queso.
Después de varios años de trabajo y tras conseguir una subvención agraria en 2006, han puesto en funcionamiento una explotación ganadera que en la actualidad tiene 250 cabras y produce cerca de 10.000 kilos de queso.
Los dos coinciden en que los inicios no fueron fáciles a la hora de arrancar un negocio de esta envergadura. "Hay que trabajar mucho y ordenar el ganado todos los días", además de ser necesario contar con apoyo económico.
La crisis, así como la falta de oportunidades, han animado a otros a volver a su pueblo natal. El ingeniero ourensano Javier Sabucedo, afincado en León hasta hace un año, explica que dada la "escasa oferta de trabajo" y la difícil "situación del mercado" decidió volverse a Ourense hace unos meses y sumarse al negocio familiar en el sector del vino en Castrelo de Miño.
Con cerca de ocho hectáreas de viñedo, tanto él como sus hermanos decidieron trabajar la tierra. Ahora tratan de abrir una bodega y "producir nuestro propio vino" para proceder a su comercialización.
No se trata del único caso en Castrelo. Animados por una iniciativa del ayuntamiento para atraer jóvenes -este municipio tiene la tasa más alta de mayores de la provincia de Ourense-, numerosas familias han decidido regresar y retomar el negocio familiar.
Un caso similar ocurrió hace unos meses en la localidad ourensana de Vilariño de Conso. Acuciados por los números rojos (estaban en paro), la pareja formada por José Segura y Teresa Navarro, procedente de Valencia, decidió dejar su Comunidad y trasladarse a Grixoa (Vilariño), donde regentan en la actualidad un supermercado y una pequeña cantina.
No son un caso único, numerosas personas procedentes de toda España pero también de otros países han decidido seguir sus pasos, explican, "y no solo recuperan tierras y casas, sino que llevan esperanza a un rural envejecido y en riesgo de abandono. Eso siempre es hermoso".