Donaciano Dujo / Presidente de ASAJA Castilla y León

Es cierto que los agricultores y ganaderos pocas veces estamos satisfechos. Incluso cuando los precios son decentes -justo lo contrario que ahora ocurre con el cereal- siempre atisbamos un problema en el horizonte. Desde fuera, puede parecer que no damos con la fórmula de la rentabilidad. En realidad, no hay una única fórmula, como tampoco hay una única explotación.

Lo primero que tenemos que considerar es que, en general, las explotaciones se heredan y son lo que son. Cada una está ubicada en una zona geográfica, con sus condiciones de clima y de terreno; en el caso de la ganadería, no es lo mismo una orientación productiva u otra, es decir, donde no hay pasto no puede haber vacas nodrizas.

Si por razones de mercado o de otro tipo, un sector encadena campañas de falta de rentabilidad, no podemos ponernos a producir otra cosa, como dicen los que no tienen ni idea de esto. Cambiar a nuevos cultivos, modificar la orientación productiva, exige una inversión muy grande, fuera del alcance de la mayoría. Así se entiende que, en general, se haga poca mudanza en las producciones.

Con carácter general, la falta de oferta sube precios, y la sobreoferta los baja. Ejemplo claro de esto es la patata: si sube un poco la siembra aquí, y en Francia además hay buena cosecha, cae el precio. Pensar que funcionamos en términos locales, o nacionales, es inútil. Ese contexto internacional afecta de lleno a la agricultura, porque el cereal es muy fácil de transportar, y te plantan un barco en el puerto de Santander que hunde las cotizaciones.

En ganadería, las limitaciones son otras. No es tan competitivo traer leche de vaca, o una producción tan autóctona como es el lechazo. La cercanía ahí sí cuenta. Son determinantes los precios ahora mejores que hace unos años, pero hay riesgos para el futuro de estas explotaciones, como es la falta de mano de obra, aunque se estén haciendo grandes esfuerzos para mecanizarlas y robotizarlas. Otro condicionante del sector ganadero son las enfermedades. De hecho, la muerte masiva de bovinos por la EHE provocó una reducción de la cabaña que, sumada al crecimiento de las exportaciones, ha impulsado al vacuno de carne a cotizaciones no conocidas. Por eso cualquier nueva alerta sanitaria – ahora está la dermatosis nodular contagiosa en bovino, o la gripe aviar en los pollos-, hacen temblar a las explotaciones. Nunca se pueden lanzar las campanas al vuelo.

En general, en las decisiones a corto plazo es significativo que los jóvenes que se incorporan elijan sectores con más rentabilidad y menos inversiones, así como con una necesidad moderada de mano de obra. Ahí está la ganadería extensiva, hoy con buenos precios, o la apicultura, que precisa de menos base de tierra. Al margen de todos estos factores, de la lógica o ilógica de los mercados, están las decisiones políticas, que a veces favorecen a un sector u otro, cuando el apoyo más importante que podrían prestar al campo es aplicar con rigor la Ley de la Cadena Alimentaria, para combatir los abusos en los que el agricultor y el ganadero es víctima principal.

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