El Foro AgroGO!, promovido por AgroBank, ha llevado a Jaén su debate sobre las estrategias más adecuadas para promover el desarrollo sostenible de la agricultura andaluza. Un debate especialmente acuciante en la Cuenca del Guadalquivir, que no es solo la más afectada en la actualidad por el déficit hídrico, sino también la que más va a verse perjudicada por un creciente desequilibrio entre la oferta y la demanda de agua en los próximos años.Por eso, en este foro el regadío ha advertido del riesgo de normalizar las restricciones hídricas en el Guadalquivir y pide que nadie se resigne a ellas.

Así, mientras que en la Cuenca Mediterránea Andaluza, la segunda andaluza con mayor déficit actual, la previsión es que este se vea revertido gracias a la entrada en servicio de nuevos recursos hídricos procedentes de la desalación y la regeneración, en el Guadalquivir ocurre todo lo contrario. El déficit no solo no va a decrecer sino que se va a aumentar un 64% en los próximos quince años, pasando de los 218 hm3/año actuales a los 358 hm3/año de 2039.

La razón es que, por sus características orográficas y su lejanía del litoral, el potencial de diversificación de los recursos hídricos convencionales (aguas superficiales y subterráneas) está mucho más limitado en la Cuenca del Guadalquivir, que es además la más expuesta al cambio climático.

En todo caso, no hay que esperar a 2039 para saber cómo afecta todo esto al regadío, las consecuencias del endurecimiento del clima ya se están dejando notar en la Cuenca del Guadalquivir. De hecho, por primera vez desde que se tiene constancia estadística, el regadío del Guadalquivir ha sufrido ocho años consecutivos de restricciones, que han sido especialmente severas en los últimos cuatro.

En concreto, en el último cuatrienio, los regantes del Sistema de Regulación General han podido disponer de menos de la mitad del agua que necesitan para atender las necesidades de sus cultivos. En la última campaña, donde las restricciones han sido del 34%, las dotaciones cambiaron únicamente en el último momento, gracias a las fuertes precipitaciones de Semana Santa.

Fue sin duda una gran noticia pero los agricultores tenían hecha ya su planificación de cultivos pensando en restricciones aún más duras que las que tuvieron en 2023, donde sólo contaron con un 12% de la dotación normal, por lo que mucha superficie se quedó sin plantar y en otra se plantaron los cultivos menos competitivos y demandantes de agua.

En este contexto, los regantes de la provincia de Jaén han alertado del riesgo de normalizar estas restricciones hídricas y han advertido que acostumbrarse a contar con dotaciones precarias, muy por debajo de las óptimas, es precarizar el futuro de la agricultura de la Cuenca, mermando su rentabilidad y competitividad, y lastrando su capacidad de aportar riqueza, empleo y desarrollo local en el medio rural.

En este sentido, han insistido en que «nadie debe resignarse a las restricciones y al riego en precario» y han demandado a administraciones y usuarios un esfuerzo conjunto de inversión en infraestructuras, modernización y transformación digital para combatir ese desequilibrio hídrico, y revertir la temida tendencia de crecimiento del déficit que contempla la propia planificación hidrológica.

A juicio de los regantes, por tanto, las inversiones deben referirse tanto a actuaciones que mejoren la eficiencia hídrica como a obras de regulación que aumenten la garantía y disponibilidad hídrica aumentando los recursos. En el primer capítulo se contemplan los proyectos de modernización, de mejora de la gobernanza y de transformación digital. En el segundo, los proyectos de presas y balsas de regulación. Los primeros son necesarios pero sin los segundos no son suficientes y por ello reivindican la ejecución de las obras de regulación aprobadas en planificación hidrológica.

En los últimos quince años se deberían haber empezado en Andalucía 17 obras hidráulicas y 19 obras de modernización, de las que solo hay una presa iniciada, otra paralizada sine die y solo un proyecto de mejora licitado. Todas estas obras representan, según Feragua, una inversión no ejecutada de más de 2.000 millones de euros que contribuirían a revertir notablemente la evolución del déficit hídrico en la Cuenca del Guadalquivir.

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