Donaciano Dujo / Presidente de ASAJA-Castilla y León
Con casi quince días de retraso a causa de las tormentas de última hora, las cosechadoras están entrando con ganas en los campos de Castilla y León. La imagen del cereal hoy es bien distinta de la del año pasado, arrasado por la sequía. En general, hay una cosecha decente, con algunas zonas muy buenas y con otras, incluso comarcas enteras, donde el campo está regular o directamente malo.
Para algunos agricultores, 2024 será otro año malo, y encima esta vez no tendrán el amparo de ayudas que sí se pusieron en marcha el año pasado, cuando la sequía afectó a todos. Un punto positivo es que, donde hay grano, hay paja, y esa paja será un alivio para los ganaderos, que podrán hacer acopio e incluso guardar para el año que viene a precios razonables, no como el año pasado.
Las estimaciones de ASAJA apuntan a que en Castilla y León recogeremos algo más de seis millones de toneladas de los dieciséis millones que se producirán en total en España, lo que significa que nuestra comunidad aporta cerca del 40 % de la producción de cereales nacional. Para los agricultores, es un orgullo poder llenar la bañera de grano, tras un año de trabajo y sinsabores. Pero esa satisfacción se empaña por la rabia, por no decir cabreo, cuando pensamos en el precio que se paga por los cereales. Es muy poco lo que vamos a ganar aun teniendo buena cosecha, y no digamos si es regular o mala.
LAS CUENTAS NO SALEN
Las cuentas no salen. Mientras que los costes de producción no dan tregua y están por las nubes, los precios del trigo y la cebada siguen como hace treinta años. Estos días las lonjas, cuya labor no es marcar sino difundir los precios de las operaciones registradas en su ámbito, apuntaban alrededor de doscientos euros la tonelada de trigo y cerca de 186 la de cebada. Eso, con las lógicas reservas de las múltiples presiones de los intermediarios en las primeras semanas de cosecha.
Los compradores se aferran a que así lo dictan los mercados internacionales, y no ayuda precisamente la manga ancha de Europa con el cereal de Ucrania, que entra libre de aranceles en los puertos españoles, ya que nuestro país es el principal importador de grano, solo superado por China.
Los agricultores ucranios tienen buena cosecha y les urge vender para sufragar los gastos de la guerra. Los agricultores españoles deseamos, como el resto de los ciudadanos europeos, que en Ucrania haya paz, pero… ¿tenemos que asumir nosotros en solitario ese coste? No pedimos ganancias desorbitadas, lo que además perjudicaría a los ganaderos, pero sí una remuneración justa por nuestro trabajo. Y para ello son necesarios aranceles que modulen la entrada de importaciones y respeten la producción europea.
¿Sale a cuenta ser cerealista? La experiencia enseña que es una profesión para valorar a largo plazo. Hay años malos, neutros y buenos, años con costes moderados y otros disparados, años con pocas ventas y baratas, y otros con costes bajos y ventas altas. De todo. El tema es que la media compense, para poder seguir adelante.
Pues hombre, a juzgar por los precios de los tractoracos que después no llegan a 1000 horas al año, los precios de las tierras (ya sean buenas, malas o regulares) y a las buenas casas y pisos en las capitales de los cerealistas, yo diría que económicamente no está mal el negocio.
Ya metidos un poco más en el sector, si tenemos en cuenta que un labrador de 300 ha no trabaja más de 15 días de junio a septiembre y sin madrugar, podríamos decir que es un privilegiado. (uno que deje picada la paja y haga otras 300 de legumbre o pipas, por supuesto que uno que sea ansia viva y quiera hasta respigar no le dará el día)
Por cierto, en Ledigos se sacan fotos bien bonitas de máquinas segando como para tener que poner una de sudamérica…..
¿Dónde está pues el truco? Pues en que para tener esas 300 ha hay que haber luchado mucho durante generaciones y que haya acompañado un poco la fortuna en herencias y casamientos.