Esa toma de conciencia, a su juicio, va acompañada de mayores costos en la producción de las primeras partidas, que con el tiempo deberían conseguirse rebajar para resultar más atractivos.
Países como Francia, Italia o España, pero también Alemania, Sudáfrica, Chile y Argentina, están orientándose ya hacia esa vía, cuya expansión hace que "seguramente" se tengan que revisar la normativa y los estándares.
La representante de esa organización intergubernamental, compuesta de 44 Estados miembros, señaló que esa renovación no evita que la tendencia del consumo se mantenga de momento a la baja, por optimistas que sean las previsiones futuras.
En 2011, último año del que se dispone de estadísticas anuales, se dio una progresión del 0,7 por ciento a nivel mundial gracias a la demanda de China, Estados Unidos y Francia, pero el Viejo Continente, con la notable excepción de ese último país, observó los recortes más significativos.
A tres días de que la OIV difunda el balance de 2012, Quini reconoce que "el vino está perdiendo protagonismo", y que el sector también debe promover otros productos buscados por el consumidor, "más livianos" que el vino tradicional.
"Las nuevas generaciones van desarrollándose en un medio donde la opción es mucho mayor. Hay que ofrecerles algo que les atraiga desde jóvenes", destaca la presidenta, con la esperanza de que esos nuevos consumidores amplíen luego su abanico de prueba al resto de bebidas de la industria vitivinícola.
El punto de inflexión para el sector, según ella, fue darse cuenta de que su producto dejaba de estar entre las preferencias de los ciudadanos.
Pero ante la recalcada pérdida de fuelle de los mercados tradicionales, se han introducido con fuerza otros como China, que aunque todavía están ajustando sus baremos de calidad, apuestan de manera gradual por situarse en los estándares internacionales.
La OIV es la entidad en la que confluyen ese tipo de cuestiones, y su objetivo como presidenta, según destacó, es hacer posible que esté en condiciones de responder con rapidez a las demandas del sector, "porque todo lo que llegue fuera de tiempo no es útil".
Entre esos puntos pendientes está el uso de organismos genéticamente modificados y su impacto en la producción y el medio ambiente, sobre el que la OIV no tiene una postura oficial porque "los científicos todavía no la han tomado".
"No hay evidencias negativas, pero no podemos sacar ya una conclusión, porque necesita muchos estudios. Lo más importante es que es un ámbito que se está abordando", asegura Quini, que ha participado en la capital gala en las reuniones mantenidas durante dos semanas por unos 600 expertos de todo el mundo.
Y pese a que los datos todavía no empujan al optimismo, se muestra confiada: "Hay una industria con una cultura muy interesante y todos tienen deseos de conservarla y de profundizar las acciones para mejorarla, con lo cual quizá estos desvíos en el consumo hagan reflexionar y que pongamos más fuerza".