Por ello, Tabar ha calificado de "buena noticia" la puesta en marcha del servicio de sensibilización de alergias alimentarias, que tratará a niños previamente diagnosticados que, a partir de los 5 años, no admitan esos alimentos de forma espontánea, principalmente menores con alergia muy grave y con riesgo vital ante la ingesta desapercibida del alimento.
El tratamiento consta de cinco fases y consiste en administrar, de forma personalizada y controlada, dosis crecientes del alimento implicado, a intervalos regulares, hasta alcanzar si es posible varios gramos, que el paciente deberá consumir de forma diaria a lo largo de su vida, según han explicado en rueda de prensa Ana Tabar y el jefe del Servicio de Pediatría, Enrique Bernaola.
Este tratamiento garantiza una tolerancia del paciente a pequeñas cantidades del alimento implicado, lo que supone una gran mejora en su seguridad y en la calidad de vida de la familia y en muchas ocasiones la ingesta normalizada del alimento problema.
De hecho, Ana Tabar ha precisado que de los quince niños con los que iniciaron el servicio el pasado 23 de enero, ocho "están tolerando huevo y a dosis normales hasta la fecha".
Aunque el objetivo es alcanzar una ingesta normal, la especialista ha subrayado que no siempre se logra, pero lo que si se consigue en el 99 % de los casos es que esas reacciones graves dejen de existir.
El director del CHN, Ignacio Iribarren, ha enmarcado este nuevo servicio en el "conjunto de mejoras progresivas" en Pediatría: hospital de día oncológico, urgencias pediátricas y nueva unidad de observación.
Según los datos dados a conocer con motivo de esta presentación, la alergia alimentaria es más frecuente en los niños menores de tres años, en los que la prevalencia puede llegar hasta el 8 %, principalmente por alergia al huevo y a la leche.
Así, mantienen a los 5 años la intolerancia a la leche el 10% de los niños con intolerancia, y al huevo, en torno al 13%. El 20% de ellos tiene reacciones graves, muchas veces en forma de anafilaxia con el consiguiente compromiso vital que se desencadenan con la ingestión de mínimas cantidades, muchas veces desapercibidas, del alimento, un hecho que genera ansiedad en las familias.