A estas alturas de verano todo el mundo conoce la situación que atraviesa el sector del vino en Castilla-La Mancha. Y de poco sirven ya las lamentaciones que deben tornarse en planificaciones para garantizar el futuro de, sin duda, el producto más importante de nuestra región.
El futuro más inmediato pasa por la apuesta por la calidad de la uva, fundamental para la posterior elaboración de buenos vinos. En los últimos años hemos conseguido grandes avances en este sentido, igual que en la comercialización, pero hemos de seguir trabajando en esa dirección. También es destacable la gran mejora de las instalaciones de bodegas y cooperativas, así como la puesta en marcha de nuevas prácticas de cultivo.
Hay que producir lo que el mercado demanda y en la cantidad que lo demanda, única forma de conseguir que nuestro producto tenga un precio razonable y rentable que nos permita seguir viviendo de él y no dejarnos llevar por cantos de sirena de enormes producciones que se desvían del objetivo principal de la calidad.
La ley de la oferta y la demanda es realmente sencilla: cuanto más hay de una cosa menos vale y viceversa. Y cuanto más calidad tiene más se valora. Y esto los mercados lo aplican a rajatabla. Además, hay que saber acompasar los costes de producción al precio del producto.
Por eso, es el momento oportuno de ajustar nuestras producciones y nuestras planificaciones, y las herramientas están ahí, en las leyes y reglamentos vigentes desde hace años.
Tanto las Denominaciones de Origen como las Indicaciones Geográficas Protegidas tienen estipulados desde hace años unos máximos de kilos de uva por hectárea, dependiendo de si son en vaso o espaldera o tintas o blancas. Además, de unas normas relativas a variedades empleadas, grado alcohólico, zonas de producción y otros parámetros.
En el caso de la Denominación de Origen La Mancha, la más extensa de la región y de toda España, fija en 10.000 kilos por hectárea la producción en vaso y 13.000 para espaldera. En la DO Valdepeñas, por ejemplo, los rendimientos son de 7.500 kg/ha para variedades blancas y 6.000 para tintas y en la DO Manchuela, van de 6.429 a 11.429. Y es que todas las denominaciones tienen reguladas las producciones. En el caso de la IGP Vino de la Tierra de Castilla el límite es de 10.000 kg/ha para vaso y 16.000 para espaldera. Cuando los rendimientos sobrepasen lo autorizado, las producciones totales de las parcelas no podrán ser comercializadas bajo esas denominaciones, pasando a la categoría de vinos de mesa, el nivel más bajo de los reconocidos por la Ley de la Viña y el Vino de 10 de julio de 2003.
Por la exhaustiva aplicación de estas herramientas y por agresivas políticas de difusión y comercialización pasa el futuro del sector vitivinícola de Castilla-La Mancha.
Si no cumplimos estas normas romperemos nuestras propias reglas del juego, autoexcluyéndonos de un mercado que demandas uvas y vino de calidad. Por ello, todos y no unos cuantos, debemos aplicar medidas de autoregulación a nuestras producciones, aportando así un valor añadido al producto.