Añade que el 4 de mayo de 2010 los dos terneros llegaron en sacrificio al matadero de Mieres, donde se otorgó a sus canales una calificación que por condicionantes genéticos y conformación morfológica nunca puede concederse a animales de esa raza.
Por este motivo el Consejo Regulador de la Indicación Geográfica Protegida Ternera Asturiana inspeccionó seis días más tarde la explotación ganadera y comprobó que no existían en ella animales de la raza asturiana de la montaña sino que eran de la raza asturiana de los valles.
El 22 de mayo de ese mismo año un inspector del Consejo recogió muestras de las vacas que estaban marcadas como madres de los terneros que analizó el Departamento de Biología Funcional de la Universidad de Oviedo.
El ADN que se extrajo de dichas muestras y el que se obtuvo a partir de las de los animales sacrificados determinó que aquellas no eran las madres.
Por otra parte, entre el 22 de septiembre de 2009 y el 20 de mayo de 2010 se colocaron en catorce terneros de la explotación indicativos de raza asturiana de la montaña sin serlo.
Cuando el 20 de mayo de 2010 los servicios veterinarios oficiales de la Dirección General de Ganadería del Principado de Asturias visitaron la explotación se apercibieron de que no coincidía la raza que constaba en el documento de identificación bovina de los terneros con la que se constató en la inspección, ya que los animales eran de conformación culona.
Para comprobar la verdadera filiación de las reses se tomaron muestras de sangre de todos los terneros y de las supuestas madres, cuya identificación constaba en el documento de identificación bovina de los animales investigados, salvo de una de ellas que había muerto, y el Servicio Regional de Investigación y Desarrollo Agroalimentario practicó análisis genéticos.
Se llegó a la conclusión de que los terneros eran incompatibles con las madres que constaban en los documentos de identificación bovina.