El ministro Miguel Arias, según cuenta Pedro Ingelmo en  www.diariodejerez.es, nombró a Isabel Ugalde gerente de la sociedad cuando llegó al Gobierno. El perfil de Ugalde, ex diputada del PP, pero con cerca de 40 años en la industria privada y con conocimiento del mercado del corcho, era el más adecuado para una gestión menos romántica del latifundio.

   La gerente de La Almoraima lleva con resignación estar en el punto de mira y  explica que la tarea que se le ha encomendado no ha sido fácil: "Nos encontramos con unas cuentas disparatadas, un totum revolutum. Hasta faltaban reses". "¿Cómo que faltaban reses?" "Sí, faltaban 264 vacas" "Muchas vacas". "Ya, qué quiere que le diga, no estaban. Se lo pongo como ejemplo".

El 80% del Parque Natural ya está en manos privadas

La gerente de La Almoraima es directa: "Existe un discurso fácil, ese de que privatizamos un monte público. Pero no tiene sentido: el 80% del Parque Natural de Los Alcornocales está en manos privadas y las fincas privadas están bastante mejor cuidadas que las públicas". "Alguien que viene a desarrollar un proyecto de turismo de lujo es posible que no se preocupe mucho del monte". "Estamos terminando los pliegos para poder acceder a la operación. En los primeros meses de 2014 se podrá culminar ese proceso y las ofertas tendrán que ajustarse a un pliego que incluye mejoras, planes de inversiones. No vamos a malvender la finca y nadie va a recuperar la inversión ni en dos ni en cinco ni en diez años. Quizá no la vaya a recuperar nunca. Quien esté interesado en La Almoraima querrá explotar el monte, que está protegido y es Parque Natural, y debe saber cómo hacerlo. El proyecto de ocio está fuera del Parque Natural".

    Ugalde subraya un compromiso: "Que salga a la venta La Almoraima no quiere decir que se vaya a vender. Trabajamos con dos escenarios: el de una buena operación o el de continuar con la propiedad. Estoy convencida de que La Almoraima puede gestionarse de modo que no cueste un duro al erario público. Porque el erario público está para destinar el dinero de todos a educación, a sanidad… no a pagar las pérdidas de un latifundio de 14.000 hectáreas. Y ese plan existe. Pero también le digo: si se vende La Almoraima, a Castellar le ha tocado la lotería".

El miedo municipal ha rebajado el coste

   El miedo al pelotazo cuelga en los balcones del ayuntamiento de Castellar Nuevo.  El Ayuntamiento es el que tiene que aprobar el cambio de uso de los terrenos para que se pueda desarrollar el proyecto de ocio. La Almoraima tiene un valor u otro dependiendo de si hay cambio de uso o no lo hay. Si lo hubiera antes de la venta, La Almoraima no valdría 200, sino cerca de 300 millones. En caso de que el Ayuntamiento se cierre en banda, el Gobierno venderá de igual manera, por menos precio quizá, pero venderá y que el inversor negocie con el Ayuntamiento y la Junta. Así se lo dijo Miguel Arias en persona a Juan Casanova, alcalde de IU de Castellar. Si el Estado vende sin nuevo plan de uso la revalorización de la finca, una diferencia de 100 millones, pueden germinar golosas y peligrosas tentaciones.

   Casanova es un sevillano que ha hecho de La Almoraima su bandera.  "No quiero poner La Almoraima a disposición de los ricos del mundo", proclama. Admite que no todos sus vecinos están de acuerdo: "Hay quien piensa que la venta traerá a un magnate que nos dé trabajo a todos. Es una cultura de pueblo latifundista, del nuevo señor velará por nosotros". Como si un jeque, o lo que fuera, vaya a ser el nuevo duque de Medinaceli, el nuevo señor, cerrando el círculo de la historia.

   Pero Casanova no se cierra en redondo. "Yo no digo que aquí no venga turismo de lujo si crea puestos de trabajo. Alquilemos cien hectáreas para el alto standing, pero ¿qué necesidad hay de vender la totalidad?" Ugalde es de la opinión que trocear la finca le resta atractivo: "El valor de la finca es su globalidad". Entre estas posturas antagónicas, hay puntos de encuentro.

   En su pliego el Estado incluye un jardín botánico y el acondicionamiento como alojamientos rurales de los desvencijados caseríos dispersos por el parque. Esa música gusta a Casanova, pero no es suficiente. Castellar tiene la propuesta de una empresa de biomasa que quiere plantar una arboleda energética y construir una central de cinco megavatios: cien empleos, casi el doble del que da ahora La Almoraima. Y más ideas: "Una industria de transformación del corcho. ¿Por qué tenemos que llevar el corcho a otro país para su transformación para luego recomprarlo?". A cambio de eso, sí, que vengan los ricos a sus resorts.

La Junta se opone a la venta

   Pero hay un tercer actor, la Junta, en contra de vender La Almoraima. La consejera de Medio Ambiente, María Jesús Serrano, solicitará al Ministerio que le ceda la finca para gestionarla "desde lo público y, con ello, ser capaces de generar empleo verde y evitar un complejo expeculativo".

   Ante esta postura, Casanova y Ugalde coinciden. Casanova considera que el Estado ha infrautilizado La Almoraima para dejarla morir y justificar su venta, pero la Junta posee una finca mucho más pequeña aledaña a La Almoraima. Es Majarambu, de 300 hectáreas. "La Junta intentó venderla, no lo logró y ahí está, sin explotar". Ugalde dibuja un gesto irónico: "¿Gestionar la Junta La Almoraima? Que empiece por Majarambu".

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