La historia de la organización agraria Asaja no puede entenderse sin Pedro Barato, su presidente desde hace casi 30 años que, tres décadas después, cuando uno piensa que ya nada puede sorprender, se ve dirigiéndola desde su confinamiento en su finca de Ciudad Real, donde también atiende las labores agrícolas y reflexiona sobre todo lo que afecta al campo.
Allí lleva desde que se decretó el estado de alarma a mediados de marzo porque estaba esos días justo en la finca para gestionar una venta de terneros y ese fue el inicio de un confinamiento junto a uno de sus hijos, que le ayuda en las faenas del campo, según detalla a Efeagro.
Barato reconoce que al principio se hacía «bastante extraño» no tener «ese bullicio» de Madrid y el «contacto diario con gente» al que está acostumbrado por su cargo pero asegura que ya se ha habituado a esta nueva realidad.
Su día a día del confinamiento arranca atendiendo principalmente a las obligaciones como presidente de Asaja porque es la mejor hora para conectarse a Internet dado que a esas horas la conexión no está tan saturada en ese entorno rural.
Hace un seguimiento «día y noche» de la gestión de Asaja y atiende asimismo sus compromisos con las administraciones, pues ha tenido que mantener alguna reunión telemática con el propio ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, Luis Planas, para abordar asuntos como el de la falta de mano de obra debido a la COVID-19.
A continuación, se dedica a las labores agrícolas junto a su hijo y los operarios que tiene contratados para sacar adelante la producción de vacuno de carne, caprino, cereal y olivar que tiene en la explotación: eso sí, manteniendo las distancias pertinentes y con las medidas higiénico-sanitarias, precisa.
confinamiento está poniendo de relieve algo de lo que se vienen quejando desde hace tiempo: la insuficiente conectividad del medio rural
En medio de esa rutina del confinamiento tiene cabida un tiempo para responder a los medios de comunicación y ya ha atendido en directo a varias televisiones nacionales para lo cual tiene que buscar un lugar con buena cobertura: «Aquí estamos para atenderlos a todos y seguir trabajando», subraya.
Precisamente, él cree que este confinamiento está poniendo de relieve algo de lo que se vienen quejando desde hace tiempo: la insuficiente conectividad del medio rural.
Por otro lado, para asegurarse la alimentación, los miércoles acuden a un pueblo cercano de 19 habitantes donde se instala un camión ambulante con algunos productos mientras que el pan lo recogen cada dos días y, dado que el municipio es pequeño, cuando van ya le tienen preparado su encargo.
Asegura que se ha tomado «en serio» el confinamiento y por eso intenta mantener el menor contacto posible.
Barato estima que en mayo puede comenzar a «cambiar la situación» pero pide a las autoridades sanitarias que den todos los pasos «con conocimiento de causa» para «no volver hacia atrás».
Mientras tanto, desde su campo de Ciudad Real, seguirá atento a su finca y a las necesidades del campo español que ahora se centran en conseguir la mano de obra necesaria para cubrir las campañas de recogida, debido a la imposibilidad de que vengan temporeros extranjeros por la situación provocada por el coronavirus.
Asegura que no se entiende cómo en un país con «muchos desempleados» es necesario un Real Decreto para conseguir trabajadores locales.
«En 2008 (durante la crisis) el campo fue receptor de mano de obra y ahora también podemos serlo» pero pide que se agilicen los trámites para que fluya ese trabajo.
También está muy pendiente de la repercusión que el coronavirus tendrá en el canal Horeca o en cualquier otro tipo de negocio del medio rural: «¿Qué pasará con ellos?» se pregunta Pedro Barato entre otras reflexiones que pasan por su mente desde su lugar de confinamiento.
(Texto: Juan Javier Ríos / Efeagro)