El Pais.- Los 17 kilómetros del río Besòs, que nace en Montmeló (Vallès Oriental) de la confluencia del Mogent y del Congost, han sido explotados desde los romanos. Tras décadas de presión incontrolada, entidades cívicas, ecologistas y Administración se han conjurado para recuperar un río que ha sido vital durante cientos de generaciones y que da signos de regeneración de sus aguas, especies y flora. La presencia de pollas de agua, lubinas o patos reales confirma este avance. Aun así, el río tiene algún problema de contaminación, lo que, junto a los huertos ilegales y la pesca furtiva, ralentizan su proceso de restauración.
El abandonado cauce de los años 70 ha sufrido una gran transformación.
Entre la incontrolada contaminación de los años setenta y el aspecto del Besòs hoy hay un mundo. El exdirector de Planificación de la Agencia Catalana del Agua (ACA), Gabriel Borràs, valora “el vuelco espectacular que se ha producido en el río, entre otras causas, porque la industria ha dejado de verter residuos”. Una mejora marcada por el plan de saneamiento, que, con la instalación de depuradoras, ha reducido, “la presencia de nitratos, pero no de nitrógeno”, apunta Isabel Muñoz, del Instituto del Agua de la Universidad de Barcelona (UB). Pero Borrás reconoce que estas acciones “no son suficientes”. Aún quedan contaminantes permanentes de hace 40 años y metales pesados. Como explica el técnico de la ACA Antoni Munné, “muchos de los acuíferos siguen contaminados”.
Y es que las depuradoras no son la panacea. Narcís Prat, catedrático de Ecología de la UB, explica que las depuradoras son un problema en un río mediterráneo como el Besòs. “En verano, el río queda casi seco, lo que hace que, cuando se vierte el agua tratada al cauce, esta no puede diluirse por falta de caudal”, sostiene Prat. Francesc Macià, naturalista, propone como alternativa “separar las aguas residuales de las pluviales, así el río seguiría su ciclo natural y las aguas residuales podrían conducirse al mar”. Y Munné añade otra vía: “Reutilizar el agua depurada para uso industrial”. Así se solventaría el exceso de nutrientes y purines.
Pero la calidad del agua no es la única cuestión. Otro problema que afecta al río es la existencia de decenas de huertos ilegales, situados en terreno público, y los rebaños de ovejas que pastan en sus orillas, denuncia Macià. “Destrozan la vegetación al alimentarse en la llanura fluvial”, señala. Los huertos, que restan agua al río e impiden el crecimiento del bosque de ribera, se dan tanto en Montcada i Reixac como en Martorelles. Además, la zona entre los huertos y el cauce se ha convertido en un vertedero donde hay desde muebles a alquitrán.
Munné explica que la ACA no puede hacer nada en el caso de los huertos, que son responsabilidad de los municipios. Roger Bartra, técnico medioambiental del Ayuntamiento de Montcada, admite que “no se ha hecho nada en este tema”. Estas huertas, cuenta Bartra, son problemáticas, “Muchas llevan más de 30 años y constantemente se realizan alquileres y traspasos irregulares”.
Para evitar juicios, a la hora de suprimir estos huertos, algunos municipios crean huertos sociales. Montcada aprobó un plan para que los usuarios dejaran los huertos del río y fueran a los sociales, pero, explica Bartra, “con los recortes no se ha ejecutado”.
A este uso ilegal se suma otro: En la desembocadura, junto a la térmica del Besòs, en la frontera entre Barcelona y Sant Adrià, hay un área en la que se practica la pesca furtiva perpetrada por particulares en busca de lubinas.
Algunos técnicos sostienen que las depuradoras no son la panacea
Pero la degradación del entorno por la presión urbana no acaba aquí. El AVE ha dejado huella en el tramo medio del río. Macià denuncia que “durante su construcción se habilitaron pistas que se han quedado y estropean el medio”. Isabel Muñoz opina que “una vez finalizada la obra, el responsable debería haber restaurado la zona”. Igualmente, Macià precisa que las obras del AVE afectaron al bosque de ribera, dividiéndolo y aislando a los animales. Además, añade que “la constructora no ha plantado vegetación que actúe de pantalla acústica entre el tren y el río para no perjudicar a las aves”.
Otra cuestión que ha transformado el entorno, apunta Muñoz, es “el debate social sobre el paisaje de los ríos”. La praxis de varios municipios ribereños refleja opiniones distintas. Desde la desembocadura hasta Santa Coloma de Gramenet, pasando por Sant Adrià y Badalona, se ha optado por construir un parque fluvial a base de césped y hormigón; en Montcada, en cambio, se ha mantenido la vegetación de boga y carrizo típica del cauce. Macià y Muñoz optan por la vegetación original porque “ejerce funciones como la de filtrar contaminantes y taponar las riadas eventuales”. Para Gabriel Borràs, el Besòs, “desde Montcada a su desembocadura, es un parque fluvial urbano, con un canal por el que pasa agua. No se puede conseguir un buen estado ecológico porque está encajonado y constreñido”.