El Partido Popular se ha proclamado vencedor de las elecciones autonómicas en Castilla y León, aunque los resultados le harán depender de Vox (que incrementó en 12 escaños su representación) si quiere gobernar la región. Sin embargo, una de las sorpresas de estos comicios ha sido la irrupción con mucha fuerza de la llamada España Vaciada, que con siete escaños ha demostrado, en especial en las zonas rurales aunque también en las capitales, que ha llegado para quedarse en el panorama político regional, pero también en otras zonas de España, para tener una voz propia. Como señalaba un dirigente de una de estas formaciones, «nos van a tener que oír».

Y es que, al margen de los análisis que se quieran hacer a nivel político nacional y a la espera de ver si hay o no un pacto entre PP y Vox (ya se habla de una vicepresidencia para la formación de ultraderecha y, posiblemente, algunas Consejerías incluidas la de Agricultura), la irrupción de tres formaciones de la España Vaciada es un claro reflejo el que el mundo rural quiere soluciones concretas a su situación y que no le valen las promesas de las formaciones generalistas.

Una de las conclusiones de estas elecciones es que el espacio político que ocupan estas formaciones ha arañado votos a derecha e izquierda y que no tiene una ideología propia. Es un movimiento surgido como frustración a unas políticas hechas desde las ciudades a una realidad rural que no se conoce. El mundo rural, como ya hiciera en las elecciones generales Teruel Existe, se ha hartado de ser una mera comparsa de intereses ajenos y pide tener su propia voz.

Las manifestaciones de agricultores y ganaderos de toda España no solo están siendo un grito de frustración e impotencia ante la evidente falta de rentabilidad de sus explotaciones, sino un llamamiento para reclamar medidas reales que sirvan para  salvar a esta España rural que va desapareciendo poco a poco ante la falta de respuestas de unos gobiernos (regionales, nacional e incluso Europeo) que solo piensan en clave urbanista, porque ahí es donde están los votos mayoritarios de sus políticos, y se han olvidado de la otra España, la rural, la que nutre de alimentos a esas ciudades y la que ha sustentado en gran medida la economía nacional cuando la pandemia arrasó a otros sectores económicos.

Las polémicas como la de Garzón, el intento de criminalizar a la ganadería, de acabar ahora desde Europa con los viñedos, de aprobar una PAC que cada vez exige más pero da menos, la sensación de que todo se soluciona aprobando una Ley de la Cadena Alimentaria con más titular que realidad (se sigue pagando 0,14 euros el kilo de naranjas a un agricultor cuando ese mismo kilo se vende a 1,57 en la tienda), que dando un mitin delante de un rebaño de ovejas ya es suficiente garantía de cambio, no solo han provocado la ira y la indignación del sector agrario, sino de toda una sociedad rural que este domingo ha gritado ‘Basta ya’ y con una voz propia.

El mensaje ha sido claro, ahora es responsabilidad de los otros de saber interpretarlo o no. Como también es responsabilidad de estas formaciones de saber gestionar sus votos, no caer en intereses meramente provinciales y consolidar un espacio político que en tiempos de ausencias de mayorías puede ser vital para la gobernabilidad de España, pero sobre todo vital para ese mundo rural abandonado, despreciado, que se niega a morir. La España Vaciada nunca va a gobernar España, pero tiene la opción de tener una voz propia y de forzar un cambio de políticas que no la deje al margen como ha venido sucediendo hasta ahora y conseguir se les oiga… y se les haga caso.

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