Manu Garro / Coordinador de agroinformacion.com
Si cuando comenzaron las movilizaciones en el campo fui crítico con la imagen que se daba, ahora las tornas están cambiando y el que se está equivocando gravemente es el Gobierno. Hay que reconocer que, poco a poco, las protestas han ido calando en la opinión pública, y especialmente en los medios de comunicación, y ya se reconoce que se trata de un problema de precios, de un sector que vive al borde de la desaparición constantemente por falta de rentabilidad y no una protesta «de terratenientes», como se ha llegado a decir, para ganar más dinero.
El campo está viviendo una situación extrema. Y cuando se habla del campo no se habla de un concepto general, sino de miles y miles de agricultores y ganaderos (y sus familias) que ven cómo su modo de vida no solo va desapareciendo sino que incluso se denosta con acusaciones de que son prácticamente los responsables del cambio climático. Y todo en un contexto en el que todo el mundo lamenta que exista la España Vaciada y a la vez empuja a todos los que áun la mantienen viva a abandonarla.
Por eso, en esa reunión de la recién creada Mesa de Diálogo Agrario, el ministro Planas ha demostrado que no sabe qué está pasando en el campo. Cuando García Tejerina era ministra una de las criticas que siempre le hice es que un ministro de Agricultura tiene que mancharse los zapatos en la tierra y el barro del campo. Nunca lo hizo, pero Planas tampoco lo está haciendo y, además, debe creer que no es necesario, que todo se soluciona desde una mesa.
Y se equivoca. El campo necesita soluciones ya y no promesas a un año vista. No se puede sentar con los representantes de las organizaciones agrarias (otro día habrá que hablar qué pasa con Unión de Uniones) para decirles que se va a crear una «hoja de ruta con actuaciones en apoyo de los sectores más afectados como el del aceite de oliva y el hortofrutícola». No solo es que faltan muchos sectores, especialmente el ganadero, es que no hace falta una hoja de ruta, sino que debería haber llegado a la reunión con las actuaciones previstas, que para eso es el ministro. Y el problema de precios de estos sectores no es de ahora, sino de hace muchos meses.
Promete cambios en la Ley de la Cadena Alimentaria y poner freno a la venta a pérdidas (cuántas veces se ha oído esto en el campo), pero no dice nada sobre qué pasará cuando se reúna con la otra parte y la distribución le diga que si suben los precios dispararán el precio del pollo y pondrán por las nubes el IPC. Entonces, será el Gobierno (u otros ministros) los que se encargarán de poner frenos a los cambios.
Y finalmente está la PAC. Para Luis Planas es la solución a todos los problemas. Sirve para paliar los daños de la sequía (eso sí insistiendo en que lo asegurable no es indemnizable). Sirve para paliar la subida del Salario Mínimo y sirve tanto para un roto como para un descosido. Pero eso sí, aunque se hable de que va a haber recortes en los fondos de la PAC, el ministro destaca (y son palabras textuales de su nota de prensa) el «compromiso del presidente del Gobierno de situar la política agraria como una prioridad para España de cara al reparto de los fondos para el periodo 2021-2027». Que es lo mismo que decir que nadie debe preocuparse por la sequía este año, porque el Gobierno hará unas novenas a la Virgen para que llueva.
El campo no quiere novenas, quiere soluciones. Y las quiere ya. Y solo hace falta mirar a la larga lista de movilizaciones convocadas y ver que se habla más de cortar carreteras que de diálogo y promesas.
Y un último apunte. Esta situación del campo no es nueva ni única en Europa. Alemania y Francia son dos claros ejemplos de que todo el mundo agrario pasa por la misma situación. Y en esos casos el conflicto se solventó con promesas, pero también con dinero. No es lo que está buscando el campo, pero puede ser un alternativa mientras el Gobierno se toma un año para hacer una hoja de ruta. O por lo menos es algo más tangible que unas novenas a la Virgen.