Tras el Día Internacional de la Mujer, en este año 2015, ciento cuatro años después de la primera conmemoración de este día, hay que seguir hablando de la fuerza del alma femenina, como parte indisoluble del futuro de los países. Ahora, la reivindicación femenina no se centra, solo, en logros conseguidos, como: –el derecho al voto, a ocupar cargos públicos, el derecho a trabajar, a la enseñanza vocacional y a que no haya discriminación en el trabajo–, Derechos estos que, afortunadamente, están recogidos en la Constitución y las Leyes, sino que pretendemos dotar del aliento necesario, para que la sociedad sea más justa y equitativa y, por tanto, más feliz. Para eso estamos en Nueva York en, CSW 59/Beijing+20 (2015)
Hoy la realidad social va tan deprisa, que no solo sigue siendo necesario que la mujer reivindique su derecho a la Igualdad con el hombre; sino que, en algunos casos, las mujeres de zonas rurales, además reivindican hoy, ser iguales que las mujeres de las grandes urbes, teniendo acceso a similares consideraciones, bienes y servicios. Por ello, es de Justicia destacar, la labor de las asociaciones de mujeres, en general, y en particular, las de aquellas asociaciones que realizan su labor en las zonas más deprimidas del territorio nacional, como son las asociaciones mujeres rurales.
Desde Nueva York, mi reconocimiento a esa gran labor, y mi ánimo a no desfallecer ante las dificultades que pueda presentar el día a día; ya que las mujeres somos fundamentales en la construcción del Siglo XXI, que debe ser el siglo de la Igualdad y la Justicia social. Las mujeres tenemos que hacer, no solo lo recogido en “la hoja de ruta derivada de la Declaración y la Plataforma de Acción de Beijing” sino que, en cada momento, tenemos que hacer lo que deba ser hecho, sin esperar a una, hipotética, declaración futura al respecto.
La fuerza de la razón femenina, es un hecho indiscutible en cualquier faceta de la vida actual; en la educación, la cultura, en la economía, pero sobre todo, en la esperanza, que ponen de manifiesto las niñas, jóvenes y mujeres de esos países, de este mismo mundo nuestro, como Nigeria, Somalia, Siria e Iraq, entre otros, que –no tienen los Derechos que hoy reivindicamos–, y lo que es peor, –no saben que no tienen esos Derechos inherentes al ser humano–. Pero tienen la mirada, donde es posible ver el anhelo de llegar a ser como somos nosotras somos hoy.
En el objetivo irrenunciable de dotar a esos millones de mujeres de los mismos Derechos que tenemos nosotras, es al que llamamos hoy no solo al feminismo de las mujeres consecuentes, sino, también, a los hombres que, como nosotras, sientan que la Justicia es una cuestión intrínseca del ser humano, indiferentemente del sexo, la raza, la religión, las fronteras políticas, la capacidad económica, la educación o las perspectivas de vida. En ese camino hacia la razón, es en el que nos gustará ver a hombres, caminando junto a las mujeres, para derribar, la enfermedad inherente a la falta de Igualdad, entre mujeres y hombres; entre mujeres y mujeres; y entre países y países.
Las mujeres comprometidas con la Igualdad y la Justicia tenemos que seguir trabajando para que las diferencias disminuyan, hasta que sean inapreciables. Sabemos que es una ardua labor, como también sabemos que no podemos dejar de ser como somos, ni de creer en lo que creemos. Porque como dijo, Demóstenes: –Estamos dispuestas a creer en aquello que anhelamos–. Y nuestro anhelo es real, es grande, y es imprescindible para la sociedad.
Estamos aquí en Nueva York porque, a pesar de todo, no nos sentimos satisfechas con los logros conseguidos, pero también estamos aquí, porque no estamos dispuestas a regodearnos en las dificultades que han impedido que las promesas de Igualdad sean cumplidas; si con la forma de hacer lo que hicimos, los resultados fueron insuficientes, haremos las cosas de otra forma y seremos más audaces, para tener mejores resultados; por lo que, además de solicitar recursos, solicitamos la formación adecuada para concienciar a la sociedad de que “lo haremos, porque lo imaginamos”. Será la revolución del sentido común.
En el mundo, en Europa y en España, las mujeres somos más de la mitad de la población y, por tanto, estamos comprometidas con el conjunto de los acontecimientos, en la totalidad de los momentos y en todos los lugares. Conmemoraciones como la de ayer, y debates en foros como los de esta semana en el seno de Naciones Unidas, deben ser la llamada de atención a los poderes públicos y a la sociedad misma de que, será difícil conseguir aquello que es preciso alcanzar, pero que sin el protagonismo directo de la mujer será, sencillamente, imposible