Nela Cadiñanos González / Coordinadora Regional de Jóvenes Save Soil
Un reciente informe revela que el 70% de los países ni siquiera mencionan la salud del suelo en sus contribuciones determinadas a nivel nacional (NDCs), los documentos centrales que guían la acción climática. Esta omisión está en el corazón de una crisis global del suelo que amenaza con socavar todos los esfuerzos por alcanzar los objetivos climáticos, aunque la mayoría de los responsables políticos siguen desconectados de su urgencia.
La crisis del suelo: una emergencia invisible
Durante mis entrevistas durante la COP en Belém varias voces destacaron. Un profesional del sector enfatizó que la salud del suelo es “la clave para sostener nuestros esfuerzos en la acción climática”. Explicó que la degradación del suelo acelera la desertificación, reduce la biodiversidad y aumenta la inseguridad hídrica y alimentaria, especialmente en regiones vulnerables como India. [”Necesitamos suelos sanos para apoyar nuestros sistemas alimentarios y adaptarnos al cambio climático”], afirmó.
Pero los desafíos que enfrentamos también se hacen presentes en el Norte Global. España, un proveedor agrícola clave mundial, enfrenta el riesgo de extinción de sus suelos. Los incendios forestales y las sequías estivales ponen en peligro el abastecimiento alimentario nacional y de sus países exportadores, con este verano marcando récords históricos y quemando un 9% de la superficie agrícola del país.
Como joven ciudadana de uno de los países occidentales más vulnerables y que sufre desproporcionadamente estas consecuencias, siento la misión de amplificar la urgente necesidad de proteger nuestros suelos, mientras España continúa enfrentando las consecuencias de un planeta calentándose constantemente, y nosotros permanecemos en salas de conferencias esperando que la “implementación” real suceda. Las devastadoras inundaciones DANA en Valencia el año pasado afectaron directamente a 700,000 personas. Más recientemente, el verano de 2025 marcó un récord histórico para el área más quemada por incendios forestales, con 343.862 hectáreas.
Durante mis entrevistas en Belem, una apasionada científica del suelo de la región amazónica de Brasil reflejó estas preocupaciones. [”El suelo está directamente vinculado al cambio climático y la seguridad alimentaria”], dijo. [”Si no lo protegemos y restauramos, enfrentamos riesgos para la salud, pérdidas en las cosechas y pérdida de biodiversidad”]. Su perspectiva destaca cómo las comunidades locales, especialmente indígenas y tradicionales, se ven directamente afectadas por la degradación del suelo, aunque sus voces siguen siendo marginales en las negociaciones globales.
Una necesidad urgente de cambio sistémico
Esta desconexión se agrava por el hecho de que gran parte de la política agrícola mundial ignora el papel fundamental del suelo. Otro entrevistado señaló que en India, los agricultores a menudo abandonan técnicas tradicionales debido a presiones económicas, eligiendo prácticas como la quema de residuos de cultivos o el riego excesivo, que degradan la calidad del suelo y liberan gases de efecto invernadero. En Brasil, vastas extensiones de monocultivo amenazan la vitalidad del suelo, empujando a los agricultores hacia una agricultura química e intensiva que daña aún más la tierra.
“La degradación del suelo para beneficio e inversión conduce a la migración fuera de la agricultura, con profundos impactos sociales”. Este ciclo perpetuo de beneficio a corto plazo que supera la sostenibilidad a largo plazo alimenta la degradación ambiental y socava la soberanía alimentaria y la resiliencia climática.
Perspectiva juvenil: el poder de la resistencia
Para los jóvenes en España y globalmente, el suelo es más que tierra; es un recurso vital que nos conecta con nuestra comida, agua y futuro climático. Nuestra generación reconoce que conservar la salud del suelo no es solo una cuestión ambiental, sino un imperativo de justicia social. En mis entrevistas, jóvenes de todo el mundo coincidieron en la responsabilidad colectiva de proteger los suelos del planeta. Uno mencionó específicamente el poder de “encontrar formas eficientes para minimizar problemas y aplicar soluciones de manera práctica”. Los activistas jóvenes están impulsando políticas que premian las prácticas regenerativas, fomentan la agroecología y priorizan la alfabetización sobre el suelo, como claramente se menciona en la Declaración Global Juvenil de la COP30 de YOUNGO, la constituyente juvenil de la UNFCCC.
En los últimos meses, grupos juveniles a nivel mundial han formulado demandas claras que incluyen integrar la salud del suelo en los compromisos climáticos, expandir el acceso a técnicas de agricultura regenerativa y exigir responsabilidad a empresas y gobiernos. El mensaje central es simple: los suelos saludables son nuestra mejor defensa ante un planeta en calentamiento y una forma de asegurar justicia para las comunidades más afectadas por el cambio climático.
El camino a seguir: un futuro regenerativo
¿Qué pasos prácticos podemos tomar? Primero, integrar la salud del suelo en los planes nacionales de clima sigue siendo crucial. Hasta ahora, la mayoría de los países ignoran esta cuestión vital, pero esto debe cambiar si queremos cumplir con los objetivos del Acuerdo de París. La reforestación, los cultivos de cobertura, la agroforestería y la reducción de la labranza son estrategias probadas para restaurar la materia orgánica del suelo, secuestrar carbono y mejorar la retención de agua.
Además, la innovación y el intercambio de conocimientos deben escalarse. En Brasil, los sistemas agroforestales y el uso de la biodiversidad nativa para la regeneración del suelo demuestran cómo pueden prosperar soluciones específicas respecto al contexto. Del mismo modo, en España, prácticas sostenibles como la labranza mínima y los cultivos de cobertura están ganando terreno, pero necesitan un mayor apoyo político y financiero. Veo que la Ley de Monitorización de Suelos de la UE es el primer paso en esta dirección, ya que no se puede arreglar algo que no se mide. Sin embargo, lamentablemente, aún falta coordinación entre la estrategia de la UE y la implementación nacional/local.
Finalmente, el cambio sistémico requiere un giro en los paradigmas económicos. Valorar el suelo como la base viva de toda la vida y no solo como un recurso de explotación debe estar en el centro de las reformas políticas. Al premiar a agricultores y comunidades que adopten prácticas regenerativas, podemos cultivar un sistema alimentario resiliente y equitativo enraizado en suelos prósperos. Porque el futuro no necesita ser solo ‘sostenible’, necesita ser ‘regenerativo’.
Llamado a la acción: proteger los suelos es salvaguardar la vida
Mientras la COP30 concluye sus últimos días, que coinciden con los días temáticos para la Agricultura, el mensaje es claro: el suelo es la base de la resiliencia climática, la soberanía alimentaria y la justicia social. Los responsables políticos y las instituciones de todo el mundo deben reconocer esto y empezar a abordar explícitamente el suelo en estas conversaciones.
Para la juventud española y todos los jóvenes defensores del clima, este momento es una oportunidad para amplificar nuestras voces, exigir cambios y defender un futuro donde el suelo sea valorado como el recurso vital que es. Nuestra acción colectiva puede convertir el suelo de un tema ignorado en una prioridad global—porque sin suelos saludables, no hay futuro.
