EFE.- Los resultados preliminares se han dado a conocer hoy en una jornada de campo que se ha celebrado en las instalaciones de este centro tecnológico, según ha informado la Junta de Extremadura en una nota remitida a Efe.
En ambos casos, se trata de estudiar cómo afectan las condiciones edafo-climáticas de las Vegas Bajas del Guadiana a estas especies para determinar si pueden cultivarse en esta zona de Extremadura, en la que predominan otros frutales como el melocotonero, la nectarina, el ciruelo y en menor medida el peral.
Para ello se han tenido en cuenta parámetros como las fechas medias de floración y maduración, la producción, el peso medio, la firmeza y su sensibilidad frente a plagas y enfermedades.
El interés de este trabajo radica en la posibilidad de aumentar la oferta frutal por parte del fruticultor, para obtener un producto de calidad no excedentario que pueda tener su cuota de mercado.
En general, indica la nota, se ha comprobado que las especies ensayadas de cerezo y albaricoquero vegetan con normalidad en esta zona, es decir, se adaptan bien a las temperaturas, a las condiciones de pluviometría y a las necesidades en horas-frío.
El principal problema con el que se han encontrado los investigadores son las altas temperaturas, que en el caso del cerezo pueden afectar a la floración.
Por ello, este trabajo se ha centrado, sobre todo, en variedades de floración muy temprana para evitar las altas temperaturas durante la floración, ya que pueden ser su principal factor limitante.
También en el caso del albaricoquero ha surgido algún problema en épocas de fuerte calor, ya que la hoja se ha visto afectada por las altas temperaturas.
Sin embargo, esto no ha tenido ninguna repercusión clara en la producción, con lo cual es posible pensar que puede continuar subsistiendo en las Vegas Bajas, y se ha comprobado que hay variedades que adelantan claramente la producción frente a otras que son menos precoces.
No obstante, la Junta aclara que se trata de resultados preliminares, ya que en frutales hay que esperar al menos 8 ó 10 años para obtener conclusiones fiables, puesto que tienen un período de improductividad de unos dos años, a los que hay que añadir otros dos más en los que los datos obtenidos no son significativos.
Con la producción acumulada de seis u ocho años, la respuesta de las variedades marcarán una tendencia más fiable acerca de su comportamiento agronómico en estas condiciones de cultivo.