Reconozco que en demasiadas ocasiones me dejo llevar más por mi pasión periodística (ya saben, qué es lo mejor para la sociedad, decir la verdad, posicionarse en beneficio de la mayoría, defender las propias ideas,…) que en el pragmatismo que la experiencia me ha dado en estos años de profesión. Por eso me duele (por tonto, no se crean) cuando uno cree que hace lo correcto y se da cuenta de que eso es lo que menos importa, que las palabras grandilocuentes, los posicionamientos férreos y las promesas de defender a un sector como el del aceite de oliva es sólo otro cuento más, que al final lo que importa no es el futuro del aceite español, sino la pasta, el vil metal. Que el negocio es el negocio y a ti te encontré en la calle, o en el olivar.

    En menos de una semana se ha pasado de defender la ‘españolidad’ de Deoleo a vender la empresa a un fondo de inversiones británico sin pestañear, incluso con el respaldo implícito de quienes abogaban porque eso no se iba a permitir. O quizás lo realmente no querían era que lo compraran los italianos (como competidores directos en el sector) y nadie se fijó demasiado en CVC…  o no quisieron fijarse.

    Sea por lo que sea, lo cierto es que el consejo de administración no tardó ni una tarde en tomar una decisión de vender por debajo del valor del mercado, a pesar de que ¡hasta el mismo Montoro ¡había dicho que la SEPI iba a entrar en el accionariado. El dinero puesto sobre la mesa, la promesa de inversiones  y el de hacer frente a la deuda ha valido más (y nunca mejor dicho) que la supuesta apuesta por defender la españolidad del sector, o lo que en realidad era más importante, en defender el control de la primera empresa mundial de aceite para que no sufra vaivenes en el futuro y acabe desapareciendo en trocitos vendidos al mejor postor.

     (Cuando los chinos descubran el placer de desayunar una tostada con aceite de oliva ya veremos cuánto tiempo tardan en mirar hacia Deoleo. Casi tanto lo que tardó en comprar Campofrío, junto a la mexicana Sigma, mientras la empresa cárnica nos vendía anuncios de Navidad diciendo que era un orgullo ser español y que no había que emigrar, mientras que lo que emigren sea los beneficios y no la mano de obra….)

     Y habrá que pensar que ha sido tan buen negocio que La Caixa y Unicaja no han vendido, entiendo ahora que no por presiones del Gobierno o la Junta andaluza o por un interés patriótico, sino por los beneficios que van a lograr. Otro caso es Bankia, más comprensible, porque tiene tantas ganas de vender y tener dinero que un día se vende así  misma las preferentes que le sobraron. Y en medio, Dcoop. La cooperativa quiso hacer el papel que le obligaban a hacer (o que pensó que debía hacer) y le partieron la boca porque detrás no iba a poner 150 millones más para tapar huecos. ¡Coño! Si lo hubiera tenido ya la habría comprado hace tiempo.

    Pero eso sí, que nadie se lleve a engaño. La ‘españolidad’ de Deoleo está garantizada. Primero porque el aceite que se venderá seguirá saliendo de los olivos españoles, aunque los beneficios se vayan a otro lado;  habrá un núcleo duro de accionistas españoles que garantizarán, por lo menos, que en las etiquetas se ponga algo en español y, lo que es más importante, según confirman todas las fuentes, el portero y el guardia de seguridad de la empresa serán españoles… mientras siga abierta, claro está.

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