Uruguay es un país pequeño en el concierto latinoamericano, con una economía marcada históricamente por la producción ganadera de sus planicies, y el atractivo turístico de su costa. En los últimos 25 años ha estado gobernado por líderes de distintas tendencias y sensibilidades ideológicas. Sin embargo, sus miradas se unieron en el tiempo bajo una visión de Estado, y se propusieron transformar su país en una pequeña potencia forestal, aprovechando vastas superficies de suelos con aptitud ganadera limitada y un clima proclive al crecimiento de diversas especies forestales de interés industrial.

    Para ello, desde 1987 se embarcaron en un ambicioso plan de impulso  a la forestación, que incluyó no sólo instrumentos de fomento, sino un especial cuidado por fortalecer el clima favorable  a la inversión. La prueba de fuego de esto último fue la defensa ejercida por el propio Presidente del país – arriesgando su capital político- de la primera planta de celulosa establecida en Uruguay, cuando fue duramente cuestionada por las autoridades de su gigante vecino, Argentina.

    Uruguay construyó así en sólo 25 años una base forestal de plantaciones de casi 1 millón de  hectáreas, y pronto contará con una producción de  2.7 millones de toneladas de celulosa al año. El sector forestal uruguayo hoy exporta 1.100 MMUS$ al año- un 12 % del total nacional-, utilizando sólo un 5,5 % del territorio en plantaciones; y genera empleo directo e indirecto para unas 40 mil personas, poniendo en movimiento el potente encadenamiento productivo que genera el sector. Paradójicamente, Uruguay tomó como modelo el esquema desarrollado previamente en Chile, mientras en nuestro país hay sectores que se esmeran en desacreditar lo logrado atribuyéndole toda suerte de males.

    Hace unos días, se inauguró en Uruguay su segunda planta de celulosa de escala competitiva global y con estándares ambientales de clase mundial, perteneciente a  un consorcio chileno – finlandés. En la inauguración, el Presidente José Mujica dijo que  “…en el pasado tenía prejuicios contra las plantaciones de eucaliptus(…) pero ahora veo la forma en que ayuda al hombre a dejar de cosechar áreas nativas”. Hay que destacar que Uruguay, junto con Chile, son los únicos países de Latinoamérica en que los bosques se incrementan. En Uruguay, coincidiendo con el incremento de las plantaciones, cesó la deforestación del bosque nativo. La nueva planta genera producción por un valor de 844 millones de US$ al año, lo que significa un 1,7 % del PIB del país.

    Las autoridades del Uruguay indican que el país tiene potencial para establecer al menos una nueva planta, y el mismo Presidente Mujica está promoviendo el desarrollo del próximo gran emprendimiento. Merece una reflexión la forma notable en que el país fue capaz de crear y mantener en el largo plazo un proyecto de interés nacional con una mirada de Estado, y cómo existe una claridad que permite delimitar lo ideológico ante el bien superior de la nación; construyendo un sólido y creíble espacio para el desarrollo de la iniciativa privada, lo que solo puede venir de la comprensión cabal de que ésta es un aliado y no un enemigo del bienestar de largo plazo de la sociedad uruguaya.

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