David Borda / Presidente de la Federación de Viveristas de Cataluña
La reciente noticia sobre la futura vegetación de la calle Guimerà de Manresa, con la plantación de 106 árboles y más de 2.000 plantas arbustivas, es una buena noticia: apuesta por una ciudad más verde, más amable y más saludable. Celebramos, por lo tanto, que el Ayuntamiento haya optado por arbolado de calidad y por un proyecto ambicioso.
Ahora bien, como Federación de Viveristas de Cataluña nos preocupa el mensaje que se desprende de una parte de la información: la referencia al hecho que algunos de los árboles provienen “de uno de los viveros más buenos de Holanda”, comprados con antelación para que ya tuvieran “un poco de puerto”, en un artículo publicado en el diario Regió 7 el pasado 6 de diciembre. Con toda la libertad que tiene cualquier administración para adquirir planta donde considere más adecuado, esta afirmación transmite una idea que no se corresponde con la realidad: que los viveros holandeses son superiores a los catalanes. Y esto, simplemente, no es cierto.
Cataluña es un país productor de planta de altísima calidad, con variedades perfectamente adaptadas a nuestro clima mediterráneo, a nuestras oscilaciones térmicas y a las necesidades del arbolado urbano. Tenemos viveros líderes, con décadas de experiencia, que exportan planta en medio mundo. Las cifras de venta de plantas al exterior de nuestro sector se sitúan en una media del 60% del que producimos, principalmente se trata de arbolado. De hecho, y esto es especialmente significativo, la mayoría de grandes viveros de Holanda compran regularmente planta a los viveros catalanes. Hay, por lo tanto, una alta probabilidad que algunos de los árboles adquiridos en Holanda por esta obra hayan sido producidos inicialmente aquí, exportados en el norte de Europa y posteriormente reimportados.
Ante esta realidad, sorprende que desde el consistorio no se haya tenido en cuenta el valor añadido que tiene la planta de proximidad, ni la importancia de reforzar la cadena productiva de nuestro territorio. Un tema que es también una cuestión ambiental, el de la adaptabilidad de la planta, que es clave para su salud y longevidad, pero también de una cuestión económica y de país. Celebramos que se valore el arbolado de calidad y gran calibre, puesto que en una obra de esta inversión, el presupuesto total dedicado a la jardinería es el más bajo dentro de todo un proyecto, pero el más visible. Pero entonces, por coherencia, también habría que poner en valor los viveros catalanes capaces de producir estos calibres con estándares excelentes y, además, cuando los pedidos, se hacen con antelación.
No se trata de criticar donde se ha comprado, sino de recordar que Cataluña dispone de un sector viverista potente, profesional, estratégico y reconocido internacionalmente. Y que, en el momento de explicar una actuación pública, es importante evitar mensajes que invisibilicen la calidad del producto propio o que induzcan a pensar que el de fuera es, por definición, mejor.
Si nuestros responsables políticos siempre nos piden que seamos tan responsables como sea posible en el ámbito de la sostenibilidad, no se pueden permitir cometer estos errores que pongan en cuestión todo este relato.
En un momento en que hablamos tanto de sostenibilidad, de economía circular y de reforzar el tejido productivo local, dar valor a la planta catalana también es hacer país. Y es, sobre todo, una manera de entender que la calidad no siempre es más lejos: a menudo la tenemos justo aquí, a casa.
