José Antonio Turrado / Secretario general de ASAJA Castilla y León

Con una mirada retrospectiva, las movilizaciones en el sector agrario español, la reivindicación desde un punto de vista estricto, datan de los años setenta del pasado siglo, con la instauración de la democracia. En aquellos momentos surgieron también la mayoría de las organizaciones agrarias actuales, y todavía haya agricultores, ya con cierta edad, que fueron protagonistas de aquellas protestas agrarias o campesinas. Desde entonces hasta la actualidad las quejas del sector se han canalizado mayoritariamente a través de las organizaciones agrarias legalmente constituidas, y social y políticamente reconocidas.

Mantengo que la defensa del sector se debe de hacer todos los días, que ha de ser constante y permanente, que hay muchas formas de reivindicar y de hacerse oír, y que los actos de protesta, las manifestaciones, y ni qué decir las huelgas, deben de ser la opción cuando no quede más remedio, y siempre valorando las fuerzas, la capacidad de convocatoria. Porque la respuesta de los agricultores y ganaderos siempre ha sido escasa, muy escasa, tanto cuando ha habido muchos motivos, como cuando no. Escasa porque somos poco solidarios, porque damos poco en beneficio de la colectividad, porque pensamos que se arreglará igual aunque no participemos -porque lo van a hacer otros-, o porque pensamos que no se va a arreglar nada aunque seamos miembros activos. Yo realmente pienso que muchos agricultores sí han creído en las protestas pero que no participan en ellas porque esa responsabilidad se la atribuyen a los dirigentes y trabajadores de las organizaciones (“ya soy socio y pago la cuota para que me defiendan”).

Los que pensábamos que las manifestaciones, que las protestas, y que la presión la había que hacer cuando era el momento, y pedíamos justo en ese momento el apoyo de los socios, hemos fracasado. Con explotaciones cada vez más grandes, los agricultores solamente van a estar dispuestos a protestar cuando tengan tiempo, cuando no haya labores que hacer; mientras que los ganaderos, que tienen labores todos los días, protestarán cuando les apriete muchísimo el zapato, como han hecho hasta ahora. Esto es lo que justifica gran parte del éxito que tuvo la movilización del sector en el final del pasado invierno, el tener tiempo, el poder salir a la calle sin perder apenas nada de hacer en casa.

En esos calendarios de la antigüedad que ilustran los meses con las actividades campesinas, como el que se puede ver en los frescos de San Isidoro en León, la iconografía de febrero es la de un campesino calentándose a la lumbre, sin otra ocupación, debido al mal tiempo y al momento de los cultivos. Pues han pasado siglos, y todo ha cambiado mucho, también la agricultura, pero enero y febrero siguen siendo los meses en los que los agricultores y ganaderos estamos menos ocupados y por lo tanto cuando podemos dedicarnos a otras cosas, como por ejemplo protestar, reivindicar y manifestar nuestro descontento en calles y carreteras. No comparto que la movilización del sector la marque el calendario agronómico pero, a partir de ahora, las protestas del campo, las protestas numerosas y con respaldo popular, las tractoradas, serán en febrero. O no serán.

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