Consumolab, que forma parte del Centro de Investigación y Desarrollo Tecnológico del sector agroalimentario (Ainia), cuenta con una base de 30.000 consumidores para realizar los estudios sensoriales de cara al lanzamiento o, por ejemplo, la modificación del aroma, sabor o textura de un producto.

    "En cada testaje hay más de cien consumidores diferentes que prueban y opinan, y pueden llegar a salir frases para anuncios publicitarios", ha apuntado al referirse a la última convocatoria de Consumolab para hacer una "cata" en sus instalaciones de varias muestras de leche de soja

    Las percepciones de los consumidores ante un "test ciego" se agrupan estadísticamente en el ordenador y sus resultados se explotan cuantitativa y cualitativamente, lo que más tarde se puede traducir en cambios no solo en el producto, sino también en su etiquetado, envase, formatos, colores o en la facilidad de apertura.

    A su juicio, es mucho más caro llegar a lanzar un producto sin éxito por estar equivocado su desarrollo que introducir el análisis sensorial, con consumidores reales, desde el principio, ya que permite a la empresa "reconducir" el proceso en cualquier momento.

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