Todo ello ha sido posible mediante técnicas de biología celular o biotecnología, con las que se ha logrado un producto que se administra en microdosis diluidas, para añadir el omega-3 a las frutas.

     Las pruebas, de hecho, superan lo previsto, ya que el porcentaje logrado es superior al de algunas especies de atún o sardinas, referentes a la hora de hablar de este ácido.

     El fertilizante, además, hace que las fresas duren más, para su transporte y almacenaje, además de que si la fruta se envía a uso industrial, para fabricar papillas o yogures, la presencia del omega-3 permanece.

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