EFE.- Estos datos se incluyen en la encuesta sobre superficies y rendimientos elaborada por el Ministerio de Agricultura, que ha sido analizada y hecha pública por la Asociación Valenciana de Agricultores (AVA-Asaja).
Tras la pérdida de esas 8.065 hectáreas, el conjunto de terreno destinado a usos agrarios que ha dejado de cultivarse en la Comunitat Valenciana alcanza el nivel más alto de los últimos 11 años.
En concreto, el suelo agrario abandonado ha pasado de una cifra global de 136.606 hectáreas en 2002 a un total de 167.658 hectáreas en 2013.
En términos porcentuales, esta evolución negativa se traduce en un aumento de las tierras agrarias que han dejado de cultivarse del 22,7 %.
El incremento del abandono de suelo valenciano cultivable durante 2013 -esas 8.065 hectáreas ya aludidas y que implican a su vez una subida del 5,05 % respecto al año pasado- contrasta con la tendencia de recuperación de tierras que se ha registrado en el conjunto de España y, sobre todo, en aquellas regiones que son las principales competidoras de la Comunitat Valenciana en materia agrícola.
Así, en España, en términos globales, volvieron a cultivarse este año un total de 10.277 hectáreas (+0,93 % en relación a 2012), mientras que en las comunidades competidoras -Andalucía y Murcia- también creció la superficie cultivada.
«Las cifras oficiales revelan un panorama terrorífico para la agricultura valenciana -apunta el presidente de AVA-Asaja, Cristóbal Aguado- porque nuestros competidores no sólo no pierden suelo agrario, como nos sucede a nosotros, sino que lo ganan».
«De algún modo, y a la vista de estos datos, el sector agrario se está convirtiendo en muchas comunidades en una suerte de valor refugio y aquí, pese al enorme potencial que tenemos, sucede justo lo contrario», ha añadido.
En consecuencia, el presidente de AVA-Asaja aboga por la necesidad inaplazable de «adoptar medidas contundentes y diseñar una estrategia clara para este sector que debe centrarse en tres frentes: investigación, reconversión y medidas de mercado (cadena alimentaria).
«Mientras no seamos capaces de articular unos cauces mínimos de rentabilidad para el productor se seguirán abandonando tierras de cultivo, con la pérdida irreparable que ello implica en términos de riqueza económica, empleo y paisaje», ha concluido.