EFE.- La prohibición, primera desde que se comenzaron a explotar estas masas forestales hace más de 50 años, se dicta con el objetivo de restablecer el ecosistema, frenar el cambio climático y mejorar la conservación del suelo y los recursos hídricos de la zona, situada en la cuenca del río Amur (fronterizo con Rusia).
Los montes, divididos en dos cordilleras (Gran Hinggan y Pequeño Hinggan) eran un territorio prácticamente virgen hasta que en los años 50 del siglo pasado comenzaron masivas talas de árboles en la zona para alimentar el hambre de recursos del naciente régimen comunista.
«En aquel entonces el país necesitaba madera para su desarrollo y creíamos en la idea de que cuantos más árboles talaras más contribuías al crecimiento de China», destacó a Xinhua An Changlu, quien trabajó como leñador en aquella época.
A partir de los años 80 el noreste de China comenzó a sufrir graves sequías alternadas con fuertes inundaciones (las de 1998 causaron miles de muertos, y las últimas, el año pasado, anegaron grandes áreas de la región), lo que los expertos atribuyeron a una consecuencia negativa de la rápida deforestación.
«Ya no hay grandes árboles, lo que provoca que en la zona los vientos sean ahora mucho más fuertes y que el bosque ya no sea capaz de retener el agua», denunció Liu Zhanjun, un guardia forestal local.
Además, las montañas Hinggan son periódicamente escenario de grandes incendios forestales, algunos de ellos posiblemente provocados por madereras ilegales.
La masa forestal de la zona ha retrocedido 100 kilómetros hacia el norte tras décadas de talas, y estudios medioambientales advirtieron recientemente que los bosques de Hinggan estaban condenados a desaparecer si éstas continuaban.
La prohibición, en todo caso, supondrá la pérdida de decenas de miles de empleos en una zona en la que la industria maderera era la principal actividad económica.
Para paliar esto, el Gobierno central chino ha designado una partida presupuestaria de 378 millones de dólares con el fin de impulsar una economía alternativa en la zona.
Por otro lado, la reducción de la producción maderera dentro de China podría significar una mayor demanda hacia el exterior.
Esa demanda, la de la segunda economía mundial, según organizaciones ecologistas internacionales causa también graves daños medioambientales en países como Indonesia.