Jaume Bernis  / Representante del Porcino de JARC y COAG

No es ninguna novedad que se ponga en cuestión la carne, su consumo, cómo se produce y qué comporta esta producción. Diferentes grupos de presión, médicos, políticos y sabios hablan según dónde y cuánto les pagan, los últimos años.

A lo largo de la historia, hemos pasado de pensar qué podríamos comer a elegir, ahora, lo que queremos comer, del racionamiento a la abundancia, del hambre a la obesidad, pero hay que recordar que no en todas las partes del mundo es así, todavía por desgracia hay gente que muere de hambre.

Hasta hace poco, la mayoría estábamos acostumbrados al hecho de que cuando se hablaba de carne ésta era de cerdo, ternera, cordero, pollo, pavo, cabrito o conejo. Bien, el 2013 se generó el primer filete in vitro en los Estados Unidos. Pesaba 140 g y costó 250.000 dólares. Así nació la carne celular, que se consigue cogiendo células madre de un pedazo de carne, y se cultivan con un líquido biológico o de síntesis.

Los orígenes los encontramos a la NASA, que buscaba la solución para alimentar en los astronautas durante los viajes interplanetarios. Recurrió al sector privado para encontrar fondos de financiación para generar proteínas animales artificiales, y estos recursos económicos los halló en los multimillonarios del mundo digital. Hoy en día, aparte de estos, también participan empresas americanas, como Cargil, GBS, Tyson Food o europeas como Whole Food, Carrefour, Domino’s Pizza, Nestlé, Uniliver, o Wallmart, entre otras, pero también se financi gracias a organizaciones en defensa de los animales o fundaciones como la Silicon Valley Foundation, que pretenden generar un deber moral en los ciudadanos para que hagan su aportación económica para disminuir el sufrimiento del ganado.

El mensaje de estas organizaciones es poner continuamente en entredicho el bienestar animal de nuestra ganadería para que los consumidores dejen de consumir carne. Está muy claro que el movimiento a favor de la carne sintética crece, y lo hace criminalizando la imagen y el buen hacer de la cría tradicional ganadera. A pesar de que es lícito que surjan nuevas dietas y que todo el mundo pueda escoger con libertad el que quiere comer, los que somos ganaderos y vivimos cada día la realidad de nuestras granjas, con nuestros animales, no podemos permitir según qué afirmaciones y argumentos que faltan a la verdad.

Todas y todos contribuimos a efectos del cambio climático y somos responsables, ahora bien, hay que explicar en qué medida lo hace cada cual con datos contrastados y más precisos. Garzón hace responsable a la ganadería del 14,5% del total de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Según el Ministerio de Transición Ecológica y Reto Demográfico, en 2020 el conjunto de los sectores ganaderos contribuyó con un 9,1% de las emisiones de GEI del Estado Español. Una cifra bastante inferior a la del transporte (27,7%), la industria (21,4%) y la generación eléctrica 10,3%, hay que tener en cuenta las circunstancias especiales que implicó el confinamiento y el descenso acusado que experimentó el transporte.

El sector agrario cuenta además con una particularidad exclusiva de su actividad, tiene la capacidad de reducir de manera natural parte de los gases de efecto invernadero que genera. La tierra cultivada y los pastos actúan como sumidero de CO₂. Durante el periodo 2007-2020 estos tipos de tierras absorbieron el 29% de las emisiones de gases de efecto invernadero que habían producido.

La agricultura y ganadería celular es mucho más contaminante, en términos de producción de CO₂, que la convencional. Los estudios realizados por Martin School de Oxford demuestran esta realidad: la producción in vitro requiere un espacio completamente estéril, que comporta un consumo mucho más elevado de energía.

También se cuestiona el consumo de carne en relación con la salud, olvidan que forma parte de la dieta mediterránea, una de las más reconocidas del mundo. Expertos en nutrición de prestigio hablan de la carne como principal fuente de proteínas, que contiene minerales y vitaminas fundamentales para la nutrición y la buena salud, favorece el desarrollo y funcionamiento del organismo, y es esencial especialmente en la etapa de crecimiento. Eliminar su consumo puede afectar la salud de la población a todos los niveles y todas las edades.

De momento se han presentado 3 o 4 patentes de carne celular, ahora bien, dentro de la UE todavía no hay normativa respecto de este tipo de alimentación, por lo tanto, todavía no está autorizada. Hay que elaborar una regulación antes de que puedan salir estos alimentos de laboratorio al mercado. Hay que romper el lobby en el Parlamento Europeo, promover reuniones informativas y encuentros con los eurodiputados, independientemente del partido político que sean.

No podemos como sector quedarnos quietos, nos tenemos que movilizar, hay que generar debate, organizando charlas, jornadas y conferencias con científicos y expertos en alimentación, acercarnos a los consumidores y a la sociedad en general, para explicarles cómo producimos y cuidamos nuestro ganado, para que la sociedad tenga suficiente información para elegir la dieta que quiere seguir.

Y, sobre todo, hay que hacer una tarea pedagógica con las nuevas generaciones, desde pequeños y desde la escuela, instaurar una nueva asignatura sobre el mundo de la alimentación, de dónde provienen los alimentos, como se producen y qué papel juegan en nuestro crecimiento y desarrollo. La educación y la información son imprescindibles en la hora de ayudarnos a decidir y escoger entre la carne de toda la vida y la celular o de laboratorio, que para mí no será nunca carne.

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