José Luis Marcos / Presidente de ASAJA-Palencia

Nos sucede a todos que nuestra mirada sobre algunas noticias es apresurada y, por tanto, superficial. Más aún, si el asunto de actualidad nos afecta más bien poco o nada. El tiempo hoy escasea y, como suele decirse, «no nos da la vida». Por eso, este año corremos el peligro de que la mayoría de la sociedad palentina, por limitarnos a esta provincia, conozca los grandes datos de la cosecha, se quede en la superficie, y concluya que se trata de una buena campaña para los agricultores que hemos sembrado cereal, que somos la mayoría de los profesionales del campo, porque el cereal fue, es y —salvo que las políticas agrarias lo impidan— esperamos que siga siendo la columna vertebral de nuestra producción agrícola.

Sin duda, es una buena noticia que la cosecha de cereal de invierno de Palencia vaya a superar el millón de toneladas, ese promedio en el que nos movemos cada año. Se estima que esta campaña podemos superar en el 16 % esa media anual, según los últimos cálculos de la Junta a mediados de julio, con lo que rondaríamos los 1,16 millones de toneladas de cereal de invierno.

FIRMAMOS, PERO…

Antes de empezar la campaña, todos firmaríamos que nuestra cosecha fuese el 16 % superior a la media cogida en los últimos años. Pero esta es solo una parte de la historia. Y la mayoría de la sociedad —incluso una pequeña parte de los profesionales que trabajan directa o indirectamente en el campo— pueden quedarse en esa superficie de la noticia, en una cosecha de cereal de invierno por encima de la media… y no ir más allá.

Como cualquier actividad económica, en la agricultura no se trata solamente de producir, sino de obtener después unos ingresos con la venta del producto, y en cuantía suficiente para que cubran los costes del negocio y que se vean compensados tanto el trabajo como las inversiones empleadas. Esa doble vertiente es la que garantiza la rentabilidad a medio y largo plazo. Si no… mal vamos.

DOS AÑOS CAYENDO

Son dos caras de una moneda, nunca mejor dicho. Y no parece que este 2024, en cuanto a las ventas, al agricultor cerealista nos vaya a salir cara, sino que puede salir cruz para muchos que apostamos por estos cultivos. El motivo se conoce: el fuerte descenso en los precios del cereal que venimos padeciendo desde la primavera de 2022. Con la tonelada de trigo a 200 euros y la de cebada ya en menos de 185 euros, se desdibuja la sonrisa que puede salir con esa buena noticia de una cosecha superior a la media.

Y nadie quiere volver a los precios de venta de la burbuja que generó la guerra de Ucrania, derivada también a unos costes disparados. En números redondos, se pasó de 500 euros de gasto por hectárea de cereal en la campaña de 2020 a unos 1200 en la de 2022. En la actual hemos asumido en torno a unos 700 euros/hectárea, el 40 % más que hace cuatro años.

Pero esos precios actuales que citábamos hace unas líneas por el grano cosechado en 2024 se hallan, prácticamente, en los niveles de la campaña de 2020. Ni siquiera reflejan la subida del IPC de este cuatrienio (en torno al 17 %, según el INE), cuando nuestros costes para producir han subido, incluso tirando por bajo, al menos el doble de la inflación general. ¿Qué empresa, de cualquier rama, se atrevería a garantizar su futuro si se ve obligada a vender a precios de 2020 cuando sus costes desde entonces han crecido el 40%?

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