Unión de Agricultoes y Ganaderos.- Quieren poner de moda el verde, dicen que van a hacer que se respete más el medio ambiente, y que van a propiciar, de verdad, políticas que hagan que ese objetivo sea posible; ahora a eso lo llaman políticas “más verdes”.
Este “verdeo” de las políticas, lo quiere Bruselas ante la inminente nueva reforma de la Política Agrícola Común (PAC); lo quiere la ministra Aguilar y así lo dijo cuando llegó al ministerio, (que lo iba a pintar de verde) y ahora Rubalcaba, pone acento en el verde y para no ser menos, ha nombrado como miembro destacado de su equipo para la campaña electoral a la figura más verde del PSOE, a Cristina Narbona.
Lo que Bruselas iba a hacer con la PAC, ya se venía anunciando y según parece van a “consignar” hasta el 30% de los fondos de la nueva PAC para compensar compromisos medioambientales, o “verdes”. Esperemos que eso no acabe traduciéndose en mayores obligaciones y aumentos de costes no compensados, para los agricultores y ganaderos, dedicando Bruselas el mismo o incluso menos dinero antes para esas políticas.
Las declaraciones de la Ministra al llegar al ministerio a mitad de la legislatura, posiblemente su propio nombramiento, y el de Narbona, para la campaña electoral, se deban a la caída en picado de la intención de voto al PSOE y a un considerable desanimo de esos votantes que, además de sentirse de izquierdas, tienen lo que podríamos denominar “sensibilidad ambiental”.
Zapatero debió pensar que una ministra que procede de Izquierda Unida con fama de seria y trabajadora en sus anteriores puestos podría, en el Ministerio que gestiona el Medio Ambiente, ayudar a mejorar la deteriorada imagen del gobierno y del partido en esas áreas.
Verde que te quiero verde.
Sin embargo nosotros, los agricultores y ganaderos, nos sentimos cada vez más lejos de ese ministerio, como relataba Federico García Lorca en su Romance Sonámbulo, cuando en situación agónica alguien dice “Compadre, vengo sangrando, desde los puertos de Cabra….. Pero yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa”…… verde que te quiero verde, verde viento verdes ramas….
Es que la agricultura, excepto en momentos puntuales, (es decir, crisis de los pepinos aparte), se la considera como algo secundario en la política nacional y parece importar cada día menos, también en ese Ministerio y no digamos ya en la Moncloa; por mucho que nos preocupe y nos duela a los que vivimos de ello y a los que creemos que la agricultura, puede aportar bastante más al país, de lo que se la deja en la actualidad.
Cabe recordar, para mejor comprender el contexto actual, que se ha hecho público la creación de un nuevo partido político “verde”, que podría rivalizar, con el mayor partido de la izquierda, por conseguir ese electorado con sensibilidad ambiental y que ahora está descontento con el PSOE. Ese electorado no ha perdonado todavía el fulminante cese de la Cristina Narbona como ministra, porque era, la persona con más relevancia pública y más identificada con el mundo de la conservación de la naturaleza en el gobierno, además con ella cayeron también la mayor parte de las políticas que defendía.
Rubalcaba que gustará más o menos, pero tonto no parece, ha querido poner un tapón en ese “desagüe” por donde pueden seguir perdiéndose votos y ha puesto a su lado a Narbona para su campaña.
¿Y lo del campo qué?
Pues de esto nuestro no se habla gran cosa, o solo para decir las cuatro generalidades de siempre y es que “lo del campo” está pasando, para nuestra clase política, del color verde hacia lo que viene siendo últimamente denominado, como “un marrón”.
Abandono del medio rural, envejecimiento de la población, inseguridad y robos en las explotaciones, mayor peso de los intermediarios que nunca, bajada de los precios de la mayor parte de productos agrícolas y ganaderos y últimamente desmesurados recortes de presupuesto desde las instituciones públicas para el sector agrario, hecho al que hay que sumarle las dificultades de financiación que existen en la actualidad para todos los sectores económicos. En definitiva una problemática amplia y compleja que no debe hacernos olvidar la otra cara de la moneda, que la agricultura genera empleo, exportaciones y riqueza aunque seamos los productores unos de los que menos nos beneficiamos de ella.
Pero ahora, esos que están acostumbrados a hablar de todo, sin saber de nada, como ocurre con algunos tertulianos y ecologistas de salón, pretenden dar lecciones de conservación de la naturaleza, incluso parece que ellos mismos piensan que de verdad saben de conservación; cuando en realidad sólo se han aprendido cuatro frases, han dado algún paseo por la naturaleza y la agricultura y ganadería la han visto por la tele.
Por el contrario los que hemos andado toda la vida en las dehesas, entre las encinas, en las estepas cerealistas o entre los viñedos, los majanos, los sisones y las liebres nos tenemos que callar.
Hay unos que creen que pueden gestionar el territorio y el medio rural, desde sus despachos en Madrid o Bruselas, sin contar con los que realmente estamos allí, incluso en no pocos casos, piensan que deben hacerlo en nuestra contra, porque ven a los agricultores y ganaderos como enemigos de la conservación de la naturaleza. Se equivocan, pero allá ellos.
A unos de estos reconvertidos hacia el falso verde, a la moda verde, los conocemos desde hace tiempo y sabemos que el color que realmente les mueve es el color del poder y el verde, si, pero el del dinero. Se apuntan a esta moda por si pueden pescar algo en este río de intereses electorales, económicos o sociales, pero la idea de fondo no se la creen, simplemente la usan.
Hay otros que creen de verdad en la necesidad de respetar el medio ambiente, son a mi juicio, más serios en sus planteamientos y saben que la agricultura conforma una buena parte de los paisajes de nuestro país: los verdes de los olivos de Andalucía, de las viñas en la Mancha o Rioja, de los cereales en Castilla, de las dehesas extremeñas, de los almendros y naranjos del Levante o de las zonas forestales repartidas por todo el territorio.
Se hace necesario recordar, que muchos de nuestros paisajes sin la agricultura, la ganadería y sin la actividad forestal se habrían convertido ya en un desierto, o irían camino de serlo, y es que precisamente la agricultura, sobre todo la extensiva, es una de las bases que soportan la riqueza ambiental y la biodiversidad del país.
Por tanto en este proceso electoral y en el desarrollo de la reforma de la PAC deberíamos distinguir, desde el sector agrario y desde el medio rural, a los unos de los otros. Porque de los malos ecologistas, como de los políticos malos, bien podríamos decir lo que se relata en los cuentos populares andaluces, con respecto a aquel labriego que, al ver hecha la imagen de un santo, con la madera de un ciruelo que nunca dio fruto, dijo: “En mi huerta te criaste, tu fruta nunca vi, los milagros que tú hagas que me los cuenten a mi”.

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