EFE.- En España existen cientos de fincas en las que el desarrollo agrícola y/o ganadero confluye con el cinegético, y como ambas actividades tienen que compartir territorio sucede, en ocasiones, que las tareas diarias de una pueden interferir en el desarrollo de la otra.

Según explica a Efeagro el ingeniero forestal y técnico en la Fundación para el Estudio y Defensa de la Naturaleza y la Caza (Fedenca), de la Real Federación Española de Caza, Juan Herrera, hay aspectos en los que agricultores y cazadores pueden ponerse de acuerdo para lograr una mejor convivencia.

Dentro de lo que denomina "prácticas agrícolas respetuosas", aconseja que no se coseche por las noches, porque los animales de caza menor, como el conejo, están encamados y se pueden sentir más indefensos en el terreno.

En las mismas tareas de cosecha, propone comenzar siempre desde dentro hacia afuera de la zona a trabajar, "para que los animales tengan más escapatoria".

Herrera detalla que el tratamiento fitosanitario de los terrenos es uno de los principales puntos de discordancia entre ambos sectores, porque en algún caso el cultivo o vegetación tratado puede resultar "letal" para los animales silvestres.

En su opinión, en este aspecto, es importante evitar fumigar las lindes y no fumigar terrenos baldíos.

Recuerda que la Real Federación Española de Caza está desarrollando el "Proyecto Semillas", que profundiza en el efecto que determinados productos fitosanitarios tienen para la caza.

Esta iniciativa, según Herrera, "está muy ligada" a la potenciación de la agricultura ecológica, que es "más respetuosa con el medio, con productos sin residuos".

Apunta que los agricultores también pueden dejar algo de cereal y no desbrozar o no rasurar por completo los rastrojos para que así tengan una cierta altura y sirvan de protección a la población de caza menor.

Si hay una finca ganadera arrendada por cazadores para practicar la caza de la perdiz, Herrera indica que es preferible introducir ganadería ovina en ese cercado, porque las ovejas no pisan los huevos de perdiz, mientras que las cabras y las vacas sí lo hacen.

Si la finca se dedica a la caza de aves migratorias, considera importante sembrar veza, girasol y maíz, o preservar zonas arboladas cuya frondosidad sirve de dormidero para las tórtolas y las palomas.

Distribuir puntos de agua para que puedan beber las especies de caza, en caso de que el territorio no disponga de fuentes naturales, y si no hay opción de siembra, colocar comederos son otras de las acciones que se realizan antes y durante el período de caza para conseguir fijar la población cinegética al territorio.

En el caso de la caza mayor, precisa que son animales que "básicamente necesitan tranquilidad" en el terreno.

Los puntos de agua, la presencia de pastos y vegetación, así como el aporte de minerales con la colocación de piedras de sal en el monte -recurso este último recomendado sobre todo para los cérvidos- son las principales recomendaciones de Herrera para evitar que los animales de caza mayor abandonen el territorio.

En su opinión, a pesar del valor de estas acciones, normalmente no se suele contratar a ingenieros de montes o forestales para gestionar las fincas y "muchas veces" son los propios propietarios los que hacen aquella que "creen más apropiado".

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