Sin embargo, no sólo practican una economía más sostenible con el entorno, sino que apuestan por las relaciones humanas, por una vuelta a los principios espirituales, morales y éticos.

    Asevera que la agricultura ecológica frente a la convencional es "capaz de mantener el tejido social en el medio rural", según demuestran varios estudios de la Federación de movimiento por la agricultura orgánica (IFOAM, siglas en inglés).

    Sobre todo, permite mantener o, incluso propiciar la vuelta al campo, de la juventud, "una juventud formada", en su mayoría mujeres, que vuelven a la agricultura con otra visión de futuro.

    La agroecología permite, a pequeña escala, "una mayor diversidad de estrategias productivas y de comercialización" y el desarrollo de unos mercados locales y de proximidad fuertes, que permiten el ahorro de costes, como por ejemplo, en el transporte.

    Además, incide positivamente en el medio ambiente, con prácticas de producción respetuosas con los recursos naturales al evitar el uso de productos químicos de síntesis como, por ejemplo, herbicidas.

    "Trabajamos sobre paisajes, sobre unidades pequeñas que, sumadas forman un mosaico territorial que conserva la biodiversidad y que mitiga los efectos del cambio climático", así se mejora "la calidad de vida de la población rural y, como consecuencia, también la de la urbana".

    Labrador, cuya labor de investigación y docencia está centrada en la agricultura ecológica, también fue presidenta, hasta el 2012, de la Sociedad Española de Agricultura Ecológica (SEAE), de ahí que conoce bien tanto la parte teórica como práctica de la agroecología.

    Afirma que los productores biológicos están soportando mejor la crisis que los de la agricultura industrial.

    La agricultura intensiva deja de lado al pequeño agricultor, porque está pensada para "grandes producciones, grandes superficies y mercados globalizados".

    La capacidad para adaptarse a los cambios socioeconómicos de los productores ecológicos es mayor, ya que su diversidad de fuentes de producción y, por ende de ventas, permiten que aguanten mejor la actual vulnerabilidad de los precios que sufren, en mayor medida, los agricultores convencionales.

    La agricultura industrial ha apostado por un modelo productivo de monocultivo, que está generando un "empobrecimiento tanto de la tierra como de las perspectivas" de estos productores.

    En contraposición a esto, los hijos de algunos de estos pequeños o medianos agricultores vuelven al campo "con proyectos ilusionantes" y diferentes al modelo de agricultura convencional.

    Un modelo que ha provocado que sus padres estén desesperados porque no saben qué producir, porque "no son capaces de vender las producciones que tienen" a unos precios que permita la rentabilidad de la explotación debido, en parte, al elevado precio de los insumos (energía, piensos, fertilizantes, etc.).

    Labrador explica que los precios que perciben por sus alimentos no cubren los costes de producción, pero "no pueden hacer otra cosa, porque les han enseñado esta filosofía productiva".

    De ahí que una de las ideas centrales de la agroecología sea la "autosuficiencia", una "idea políticamente incorrecta", explica pero que permite a sus productores reponerse y adaptarse mejor a los cambios y también a situaciones críticas.

    Labrador resalta: "Queremos que nuestros sistemas productivos sean más eficientes, al igual que las comunidades que trabajan en esos sistemas, para que, cada vez, necesiten menos recursos externos."

    Estos modelos ecológicos se basan en el conocimiento tradicional, porque "es una obligación recuperar esas prácticas exitosas que los agricultores han demostrado, durante siglos, que son eficientes", sin embargo, hay que adaptarlas al siglo XXI, utilizando e incorporando técnicas y conocimientos científicos y tecnológicos novedosos.

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