Aclarar los bosques facilita su regeneración si éstos sufren un incendio, según ha constatado el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF-UAB) tras analizar, un año después, la zona quemada por el gran incendio de Òdena (Barcelona), que quemó 1.235 hectáreas.
Las comarcas de la Anoia y el Bages sufrieron un grave incendio en julio de 2015, cuando una chispa de una trituradora encendió la paja de un campo y durante más de 30 horas llegaron a quemarse 1.235 hectáreas, de las cuales 890 eran arboladas.
las zonas de pino carrasco donde previamente se habían hecho aclarados se están recuperando con más éxito
Un año después, investigadores del CREAF han estudiado la regeneración del bosque afectado y han comprobado que las zonas de pino carrasco donde previamente se habían hecho aclarados se están recuperando con más éxito en cuanto a especies de árboles y arbustos rebrotadores.
En el incendio de Òdena, una gran parte del bosque quemado era un pinar de pino carrasco (Pinus halepensis), que ya había sufrido un fuego en 1986 y todavía estaba en recuperación, con lo que la mayor parte de los pinos eran jóvenes.
Ahora, el equipo del CREAF lleva un año estudiando estas zonas afectadas, que habían sido gestionadas por la Asociación de Propietarios ‘Entorns de Montserrat’ con el apoyo de la Diputación de Barcelona.
«Hemos observado que la gestión forestal es clave. En las partes donde se había sacado más densidad de pinos, los efectos del incendio han sido casi un 50% menos severos», ha explicado el investigador del CREAF Josep Maria Espelta.
parte de las áreas donde se había aplicado una reducción de biomasa están recubiertas ya de verde
«Esto ha favorecido un mayor rebrote de especies arbustivas y arbóreas y facilitará la recuperación del área quemada», según Espelta.
El estudio ha constatado que parte de las áreas donde se había aplicado una reducción de biomasa están recubiertas ya de verde gracias a las especies rebrotadoras.
Según Espelta, éstas tienen un banco de yemas subterráneas protegidas que no son destruidas por el fuego y que crecerán como nuevos vástagos.
Gracias a esta estrategia, la zona afectada se puede empezar a regenerar rápidamente y es por eso que los investigadores ya encontraban ejemplares de encina, coscoja, madroño y brezo seis meses después del fuego.
Un año después, este rebrote cubre hasta el 40 % de la superficie quemada, en el caso de las zonas aclaradas.
En cuanto a los pinos carrascos que se habían quemado -que no tienen una estrategia rebrotadora, sino que germinan- «están teniendo una regeneración modesta y variable en toda la zona, posiblemente porque la sequía del pasado otoño e invierno fue muy intensa», ha explicado Espelta.
En el incendio, muchos pinos murieron sofocados por las altas temperaturas o quemados, aunque siguen conservando el tronco y las ramas. Estos restos sirven para ver cómo de severo ha sido el incendio.
En el caso de Òdena, casi el 75 % de los árboles quemados analizados sufrieron una afectación moderada (severidad nivel 1), y no conservaron las hojas pero sí las ramas secundarias y las piñas.
A pesar de que el árbol muera, una buena cantidad de piñones han quedado protegidos por la piña y caerán cuando se abra.
«Ésta es una buena estrategia para germinar en zonas de poca competencia, pero este sistema de regeneración es complejo y hasta dentro de un tiempo no se sabrá si realmente los nuevos pinos se establecen con éxito», ha detallado Espelta.