Jose Manuel De Las Heras / Coordinador Estatal de Unión de Uniones
58.600 millones de euros. Es la cifra que nos sale si ponemos en Google Bayer y Monsanto. Y, al final, es una cifra que representa mucho más que eso, que ya es mucho. Significa que esta gran operación empresarial se suma a las otras que ha habido en los últimos tiempos y que, de estas idílicas uniones, resulta que, ya lo decían desde Greenpeace hace unos días, casi la totalidad del mercado agroalimentario está en manos de cuatro empresas.
Miremos por donde miremos, si tiramos del hilo, son siempre los mismos, y a veces no hace falta siquiera tirar. Es una sensación parecida a los juegos que nos hacían en el colegio nuestros compañeros de clase: “Estás en un camino y por un lado, hay un león con mucha hambre que puede comerte, por otro, hay un río lleno de cocodrilos blablablá…” Lo que pasa que ya no estamos en el cole y esos juegos casi siempre tenían truco para los más avispados.
Ahora el juego es de verdad y nos comen, por un lado, los leones, y por otro, los cocodrilos. Da igual lo que hagamos. Y si aún nos queda un hálito de vida, siempre vendrán los buitres, que lo aprovechan todo.
Es una realidad no dicha lo suficiente. El mercado ha sido secuestrado, y no sólo ahora con la fusión de Monsanto y Bayer, lo lleva estando desde hace un tiempo. Monsanto y Bayer no hacen más que agravar la situación, así como los tratados comerciales opacos de la TTIP o el CETA que no se sabe muy bien hacia dónde nos llevarán.
Qué no. Dejemos de pensar que vivimos en un libre mercado porque no es cierto.
El poder de las grandes empresas traspasa las fronteras, las físicas pero también las políticas. Cuando el león nos haya devorado quizá sea cuando alguien diga algo por nosotros. Sobre todo porque esas grandes corporaciones por la que se desviven nuestros políticos, de la noche a la mañana, pueden cambiar e instalarse en un paraíso fiscal que imaginamos que, con un poquito de menos sol, se sientan a brindar con cócteles y camisas hawaianas lo bien que les ha salido la jugada.
Quizá también nuestros políticos se encuentren secuestrados, hipnotizados, obnubilados por unos supuestos puestos de trabajo que crearán, que, cuando es cierto, son la mitad de la mitad y precarios e insuficientes, aparte de que en esas cuentas nunca se contabilizan los puestos de trabajo que destruyen en esas otras empresas. Son las PYMES en este país quienes generan el 85% de los empleos, empresas honradas, que no amenazan con marcharse a ningún sitio si no se les da lo que quieren, ni chantajean a los ciudadanos, ni a sus instituciones.
Nosotros trabajamos la tierra. Fomentamos una economía productiva. Y la tierra no se la lleva nadie. No nos vamos a ir. Por mucho que nos veamos en una encrucijada continua y a veces malvivamos. Pero es cierto que las reglas han de cumplirse y que no deberían existir ojitos derechos para los que se legisla a medida o sobre los que se hace la vista gorda.
Nuestro sector se está convirtiendo cada vez más en un oligopolio y son necesarias políticas encaminadas a proteger a todos y a valorar a todos, desde el primero hasta el último, desde nosotros, los productores, hasta los consumidores, porque, esta es la excepción de que en el medio no siempre está la virtud.