Así, se ha podido demostrar que la Ocratoxina A afecta a la formación de nuevas neuronas en el cerebro, proceso conocido como neurogénesis, concretamente en la mayor zona neurogénica del cerebro adulto: la zona subventricular.

     También se ha podido determinar que la Ocratoxina A es capaz de acumularse en el cerebro y producir un aumento de la muerte celular en los denominados nichos neurogénicos, afectando a la producción de nuevas células madre neurales, que reemplazan de forma habitual poblaciones neurales, pudiendo ser este un factor determinante en enfermedades neurodegenerativas.

    El estudio ha sido dirigido por los doctores María Ángeles García Esparza y José Miguel Soria, del grupo de investigación Estrategias en neuroprotección y neurorreparacion de la Facultad de Ciencias de la Salud de la CEU-UCH.

     También han colaborado la profesora Misericordia Jiménez, del Departamento de Microbiología y Ecología de la UV, y el profesor José Manuel García Verdugo, del Laboratorio de Neurobiología Comparada de la UV y de la Unidad mixta de Esclerosis múltiple y neurorregeneración del Hospital La Fe.

Se encuentra en una gran variedad de alimentos


     Según García Esparza, la Ocratoxina A es una micotoxina producida por varias especies de hongos de los géneros Aspergillus y Penicillium. Este toxina se encuentra en una amplia variedad de alimentos, tanto para consumo de animales como para el hombre, especialmente en los cereales, el café, la uva y sus derivados.

      La investigadora ha explicado que el carácter soluble en sangre de esta micotoxina es lo que le permite afectar al proceso de neurogénesis adulta. "Con esta investigación hemos demostrado que la exposición a la Ocratoxina A reduce la proliferación y la diferenciación de las células madre neuronales adultas en la zona subventricular, al tiempo que aumenta la muerte celular. Se muestra un claro efecto negativo de la Ocratoxina A sobre la capacidad neurorregenerativa del cerebro adulto", ha dicho.

     No obstante, la investigadora ha señalado que como el estudio se ha realizado en un modelo experimental en ratones "de confirmarse en humanos las conclusiones obtenidas en este primer estudio, sería necesario un mayor control de la exposición a determinadas toxinas presentes en los alimentos que consumimos diariamente".

     El proyecto ha contado con financiación del Programa de Ayudas a la Investigación Banco Santander-Universidad CEU Cardenal Herrera para grupos precompetitivos y consolidados; del Instituto de Ciencias Biomédicas de la CEU-UCH; del programa de ayudas a grupos emergentes de la Conselleria de Educación, de los Fondos Feder y del Ministerio de Economía y Competitividad.

(Foto: Archivo sanamente.com)

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