EFE.- Este respiro pretende servir de «merecido descanso» para la tripulación, explica a Efe el contraalmirante Eugenio Díaz del Río Jáudenes, a cargo de la operación internacional Ocean Shield, que optó por Dubái para el atraque por sus numerosas propuestas de ocio.
La fragata, cabeza de la Agrupación Naval Permanente de la OTAN número 2 (SNMG-2), recaló en el puerto Rashid de Dubái el pasado 8 de mayo, donde ha permanecido esta semana rodeada de un ambiente bien diferente al que se encuentra en sus tareas de vigilancia.
La parada iba a realizarse en las islas Mauricio, pero «al final no pudo ser y por eso los traje a Dubái», afirma el contraalmirante, que manifiesta su deseo de que la escala sea «un regalo» a la dotación por la labor que ha venido desempeñando.
La misión de la fragata consiste en vigilar las aguas del océano Índico y mantener a los barcos mercantes a salvo de piratas, sobre todo somalíes.
«Vigilamos el paso de alrededor de 25.000 barcos anuales por el golfo de Adén, es decir, todo el tráfico marítimo del canal de Suez, que es la zona más conflictiva», relata el comandante de la fragata, Enrique Núñez de Prado Aparicio.
El último secuestro de un barco mercante se produjo en mayo de 2012 y a día de hoy, según los datos del comandante, «no hay ningún grupo de acción pirata activo y sólo quedan algunos rehenes».
Esto ha abierto la posibilidad a un breve respiro en Dubái, ciudad que ha sido elegida como lugar de descanso por su oferta cultural, de entretenimiento y turística, algo que los militares agradecen de forma especial tras las largas jornadas en el barco, que llegan a alcanzar las «18 horas de trabajo», según el almirante.
Para desconectar del combate contra la piratería, los militares han visitado centros comerciales de la ciudad, como el Dubái Mall, a los pies del Burj Jalifa y considerado el más grande del mundo, salas de cine o parques acuáticos.
Sin embargo, hay otros motivos menos lúdicos que llevaron a atracar en Dubái, como realizar tareas de reparación, reponer materiales, proceder al avituallamiento y repostar combustible.
«El navío necesita someterse a reparaciones, por lo que pedimos materiales a España que son enviados al puerto donde desembarcamos, en este caso Dubái, y también requerimos repuestos y comida, todo lo necesario para seguir funcionando con normalidad», dice Díaz del Río.
Aunque el atraque signifique descanso, el teniente de navío Francisco Javier Jiménez explica que durante la estancia en cada puerto «la dotación se va turnando para hacer guardias, con el objetivo de que las principales actividades en la fragata no queden desatendidas».
Es el caso de la cocina, ya que, pese a que la mayoría de los militares aprovecha para almorzar o cenar fuera, un chef sigue en el barco a pleno rendimiento para garantizar la alimentación, hasta el punto de continuar horneando su propio pan.
E igual de importantes son el servicio sanitario, a cargo de un médico y una enfermera, o la lavandería, otro de los puntos claves si se tiene en cuenta que en el buque se encuentran actualmente 235 personas que generan 50 lavadoras al día.
Tanto Díaz del Río como Núñez de Prado señalan, con la tranquilidad y la calma que da encontrarse en un periodo de «tregua», que la operación está siendo «un éxito gracias a la cooperación y a la organización, tanto militar como civil».
«Los propios barcos mercantes tienen un libro de ‘buenas prácticas’ que les asesora sobre cómo actuar ante un conflicto o sobre la necesidad de informar sobre su tránsito a las autoridades militares», concluye Núñez de Prado.