EFE.- Diversos estudios científicos apuntan a que las personas que consumen productos hortofrutícolas con una amplia gama de colores tienen mayores probabilidades de superar, o incluso de no llegar a padecer, un amplio abanico de enfermedades.
Una de las defensoras del color es Mary Ann Lila, directora del instituto Plants for Human Health de la Universidad de Carolina del Norte (EE.UU.), quien asegura en las publicaciones de este organismo que «las plantas producen por sí mismas todo lo que necesitan para crecer, protegerse e incluso curarse a sí mismas».
«Si el ser humano las consume de manera inteligente y regular» podrá incluir estas sustancias «medicinales» en su propio organismo, razona.
James Joseph, técnico del Centro de Investigación sobre la Nutrición Humana en el Departamento de Agricultura de los EE.UU., publicó uno de los estudios más populares sobre esta materia titulado «El Código de los colores» en el que explica el porqué de los efectos rejuvenecedor del cerebro y protector del corazón, entre otras bondades sanitarias.
La clave está en los fitoquímicos o fitonutrientes, sustancias que colorean frutas y hortalizas y que, además de hacerlas más atractivas a nuestra vista, protegen a las plantas de riesgos como el ataque de algunos insectos y microbios, entre otros beneficios.
Los expertos han descrito más de 600 fitoquímicos diferentes, que poseen cualidades como regenerar células, eliminar radicales libres, regular hormonas, eliminar toxinas o inhibir el crecimiento de células malignas.
Los distintos colores indican las cualidades concretas que ofrece cada planta y, básicamente, son los mismos que los del arco iris: rojo, naranja, amarillo, verde, azul, añil y violeta, añadiendo el blanco.
Así, un informe del Colegio de Médicos de Málaga recuerda que los alimentos de color rojo como cerezas, fresas, pimientos rojos, tomates, rábanos o remolachas contienen licopeno y antocianinas: antioxidantes cuya ingesta mejora la salud cardiovascular y la memoria y disminuyen el riesgo de cáncer.
Un estudio del Centro Oncológico de Aviano (Italia) añade que las personas que consumen tomates crudos siete veces por semana reducen un 50 % el riesgo de desarrollar cáncer de estómago, colon y vejiga urinaria.
Otro ejemplo es el vino tinto o «rojo», cuyo consumo moderado es saludable porque protege el sistema circulatorio evitando la formación de coágulos sanguíneos.
Pero los demás colores también tienen ventajas: los alimentos de tono naranja o amarillo como albaricoques, melocotones, naranjas, limones, piñas, zanahorias o calabazas son ricos en carotenoides, luteína y zeaxantina, además de vitaminas A,B y C, por lo que su consumo beneficia al sistema respiratorio, fortalece la vista y mejorar la cicatrización, aparte de mantener la piel joven y reforzar el sistema inmune.
Los de color verde como aguacates, uvas, espárragos verdes, lechugas, pepinos, alcachofas y espinacas son ricos en isoflavones, luteína, beta sitosterol y ácido fólico, y por eso ayudan a equilibrar el sistema hormonal, mejorar el sistema nervioso y el aparato cardiovascular, aliviar la ansiedad y minimizar el riesgo de varios tipos de cáncer como el de mama y el de próstata.
Además, muchas poseen un carácter depurativo que contribuye a resolver problemas digestivos e impulsar las dietas.
Los tonos entre azul y violeta en arándanos, ciruelas, higos, moras, uvas negras, berenjenas o coles lombardas significan antocianina y quercetina, que previenen contra el envejecimiento celular y el deterioro de la visión (vista cansada, conjuntivitis, cataratas y glaucoma), además de regular la presión arterial.
Finalmente, el color blanco en ajos, cebollas, endibias, avellanas, chirimoyas, cocos o peras implican alicina, un compuesto sulfuroso que reduce el colesterol, disminuye la presión arterial, previene la diabetes de tipo II y combate infecciones bacterianas, víricas y fúngicas.