Los que no importan / ALIENTE Guadalajara

Resulta profundamente descorazonador leer los comentarios oficiales, políticamente correctos, tras el muy justificado NO al RDL 7/2025 anti-apagón. Hay todo tipo de justificaciones desarrollistas para seguir apoyando la invasión del mundo rural por una industria que destruye el territorio sin aportar nada real a los pueblos de la España rural (no entendemos como desarrollo las piscinas climatizadas en municipios de cuarenta habitantes o las fiestas patronales interminables).

El patrón común de estas opiniones es una enorme prepotencia y soberbia, que se materializa en el menosprecio a los ciudadanos y plataformas rurales que se oponen a esta mal llamada transición energética (por favor, no lo llamen transición ecológica), y que en realidad es una huida hacia adelante, un continuar con el desarrollismo y crecimiento sin límites, que es precisamente lo que está enfermando el planeta y provocando el cambio climático.

Estos ciudadanos que se oponen no importan, da lo mismo que pierdan vía expropiación sus propiedades, o que sus viviendas se devalúen. El negocio empresarial totalmente privado, disfrazado de presunto bien común, justifica su sacrificio.

¿Quiénes se oponen a esta oportunidad de suculento negocio empresarial respaldado por el Estado? ¿Negacionistas? ¿Peligrosos activistas? No, hablamos de muchos ciudadanos que no se pierden al olor del dinero y quieren mantener sus propiedades, sus terrenos, sus cultivos, su entorno de vida con el que, ¡¡herejía!!, están satisfechos.

Sobre estos ciudadanos caen todas las desacreditaciones e improperios posibles: son negacionistas, retardistas, están financiados por el lobby petrolero, son miembros del movimiento NIMBY (“no en mi patio trasero”), insolidarios… Y todo por querer vivir en el entorno en que viven y CONSERVAR LEGITIMAMENTE SUS PROPIEDADES sin que fondos de inversión, bancos y empresas expropien sus terrenos para SUS INTERESES PRIVADOS.

Según parece, para políticos y empresarios es totalmente incomprensible que estas personas no quieran vivir oliendo y respirando los gases provenientes de las macro granjas y plantas de biometano, que no quieran ser expropiados para que sus terrenos y fincas pasen a ser polígonos industriales o lugares de paso de las enormes líneas de alta tensión que cruzan los campos.

Son demonizados por amar sus paisajes, sus olivos, por sentir sus raíces y querer mantenerlas en un mundo, y en una transición energética, donde todo se compra con dinero.

Hay muchas experiencias que contar, como la de Alberto, que cumplió el sueño de su vida comprando una finca adehesada de alto valor ecológico, con encinas centenarias de enorme porte. El sueño se ha tornado en pesadilla. Su día a día es ahora luchar por mantener su dehesa intacta evitando la expropiación y el paso de una línea de alta tensión de la planta industrial fotovoltaica Obenque Solar, cuyo propietario es la empresa austriaca Verbund AG, que va a suponer la tala de una superficie de 67.664 m2 de encinar. La pregunta que nos hacemos es: ¿les permitirían hacer esto en Austria?

Entrar en el encinar es totalmente evitable, hay otras trayectorias posibles, e incluso recomendadas por la Dirección General de Medio Natural y Biodiversidad de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha en la Declaración de Impacto Ambiental. El colmo de lo incomprensible es que ya hay una línea de alta tensión planificada para el vecino proyecto de Matahermosa que pasa justo en el borde de la finca de Alberto. La trayectoria de esa línea puede entroncar perfectamente con la de Obenque Solar y evitar numerosas líneas de alta tensión en el mismo territorio. Pero una vez más, lo único que importa es lo que interesa a la empresa promotora, aunque haya que talar la masa forestal que es imprescindible como sumidero de CO2 y como hábitat para nuestra fauna.

No es la única línea de evacuación que pasa por la finca, hay otras tres líneas por caminos que se harán soterradas.

Paradójicamente, la Consejería de Desarrollo Sostenible de la Junta de Castilla La Mancha, considera que en esa misma finca no se puede usar estiércol porque “aunque se encuentre cultivada se considera hábitat de protección especial (Ley 9/99 de Conservación de la Naturaleza de Castilla-la Mancha); los encinares son Hábitat de interés comunitario (Directiva 92/43 CE); El área de implantación del proyecto se encuentra propuesta como área crítica para la conservación del águila imperial”. Considera la Administración que de almacenarse estiércol en la finca “la desnaturalización que sufriría la misma se considera incompatible con su estatus de hábitat de protección especial, estando prohibida su destrucción o realizar acciones que supongan una alteración negativa de los mismos (artículo 94.1 de la Ley 9/99, de Conservación de la Naturaleza)”.

En resumidas cuentas: estercolar pone en peligro la dehesa; talar las encinas y quejigos para que pase una línea de alta tensión, no. Si usted no lo entiende, quizás es que sea negacionista.

Una verdadera pena que el enorme flujo de dinero público y de subvenciones europeas no se invierta en una verdadera transición energética y ecológica, porque estos ciudadanos tan vilipendiados tienen toda la razón: no hace falta destrozar el paisaje, los territorios, la biodiversidad para mejorar el planeta y luchar contra el cambio climático. Muchos estudios lo demuestran, hagamos del autoconsumo y las comunidades energéticas nuestra mejor arma para el abastecimiento de ciudades y pueblos y para el desarrollo del mundo rural.

No es cierto que no haya alternativas a este modelo depredador intrínsecamente español. Las hay y están avaladas por la ciencia: instalar paneles solares en todos los tejados, balcones y zonas industriales; dejar de obstaculizar las comunidades energéticas en ciudades y pueblos; fomentar el ahorro y la eficiencia energética; impulsar (con autentico apoyo) la agricultura ecológica y regenerativa; proteger la ganadería extensiva; reducir el transporte por carretera apoyando el tren tanto para pasajeros (a todos los pueblos), como para mercancías; proteger nuestra biodiversidad, re naturalizar las ciudades; gestionar bien nuestro bien más preciado, el agua…

Y por supuesto, utilizar el dinero de esas maravillosas subvenciones no para llenar el territorio de mega plantas de biogás o plantas de hidrógeno verde de dudosa viabilidad técnica y económica, sino para financiar proyectos de restauración de la naturaleza, construir hospitales y centros de atención primaria y residencias de ancianos, impulsar el teletrabajo y luchar así, por fin, contra el cambio climático al mismo tiempo que mantenemos la vida de los pueblos y luchamos contra la despoblación.

×