En todo el mundo se desperdician cada año 1,3 millones de toneladas de comida, según datos de la FAO, lo que equivale a la producción alimentaria de toda África Subsahariana, pero a la vez una de cada siete personas en el mundo pasa hambre, y más de 20.000 niños de menos de 5 años mueren al día por falta de alimentos.
La mayoría los desperdicios de alimentos, ha indicado López, se producen porque han caducado, porque no cumplen con los requisitos de calidad o porque no están adecuadamente adaptados a lo que demandan los consumidores.
Apuestan por crear "envases activos"
Para evitar esas situaciones, el departamento de Ingeniería de Alimentos ha desarrollado unos "envases activos" que interaccionan con el producto que contienen y mejoran su calidad, alargando su vida útil y evitando, por ejemplo, el rápido deterioro de frutas o vegetales y mejorando su conservación sin necesidad de refrigeración.
Otro de los proyectos que se ha puesto en marcha en el departamento está relacionado con el aprovechamiento de subproductos del tomate, es decir, las partes que no utilizan habitualmente de esa hortaliza, como la piel o las semillas.
Esos subproductos, indica el profesor, contienen un elemento denominado "licopeno", un antioxidante que pude emplearse en productos nutritivos y farmacéuticos.
Por otra parte, el departamento lleva a cabo también investigaciones para lograr alimentos más saludables, entre los que han logrado desarrollar un tipo de croquetas que absorben menos aceite durante la fritura, con lo que son más nutritivas y más sanas.