Danaciano Dujo / Presidente de Asaja Castilla y León
Cada 5 de junio, escucho discursos grandilocuentes sobre lo que es y debe ser el medio ambiente. En realidad, su definición es más sencilla: “espacio donde se desarrolla la vida de los distintos organismos, favoreciendo su interacción”. Cuando eres agricultor tienes muy claro que tu vida y tu profesión están ligados al medio ambiente, a la naturaleza, como decíamos de niños. En mi pueblo, Ledigos, hace cincuenta años había treinta agricultores, con explotaciones mixtas de cereal y vacuno de leche, y otros seis ganaderos de ovino, que pastoreaban por los cerca de 3.000 hectáreas que ocupa el término municipal. La unión al territorio era total, como también lo fue para sus antepasados. Durante siglos vivieron en una economía de subsistencia. No había pensiones, ni ayudas sociales, ni PAC, los únicos ingresos que había procedían del campo y sus recursos, que se aprovechaban al milímetro. La cabaña ganadera aprovechaba a diente hierbas y pastos, el pienso ni existía y no digamos las bolas de forraje deshidratado. Los restos de poda y malezas acababan en la cocina económica, y lo que no se podía utilizar se limpiaba con pequeñas quemas. Cada primavera había brotes nuevos, y el pinar, más de mil hectáreas, estaba abierto y limpio, hasta se podía pasear por él.
Hoy de los 400 vecinos de mi niñez quedan poco más de treinta, cinco somos agricultores y la ganadería ha desaparecido en su totalidad. A parte de las fincas agrícolas, el abandono ha hecho perder vigor al campo, y al monte da pena verlo, lleno de espinos y maleza. Y ese declive ha arrastrado también a la fauna que antes era habitual; liebres, conejos de monte, perdices y codornices, que eran muy abundantes en estas fechas, entre finales de primavera y principios de verano. A veces aparecía algún lobo, que los cazadores mantenían a raya.
Ahora apenas asoman la cabeza algunos conejos, el resto desparecieron. Eso a pesar de tantos señores y normas que, desde la ciudad, dicen que protegen el medio ambiente. Los del pueblo nos creemos de la misa la media, porque lo que vemos es que, en muchas ocasiones, los que vienen de la ciudad aparcan el coche y lo que hacen es apañar lo poco que queda en los pueblos: los cangrejos en primavera, los caracoles los días de lluvia, las setas en otoño, la caza cuando se abre la veda. Antes se cazaba para comer y ahora por deporte, y encima lo que queda son jabalíes y corzos, que provocan tanto daño en las explotaciones.
Cuento todo esto para quien quiera escucharlo, aunque no tengo mucha confianza, porque cada día escuchamos a alguien que echa la culpa a los agricultores y ganaderos de destruir el medio ambiente. Por supuesto no todas las zonas son como Ledigos. Y también es cierto que el tiempo ya no es frío en invierno, y que el agua escasea. Todo eso precisará de soluciones nuevas, fruto de la investigación y la tecnología. Lo que no puede ser es que para las administraciones proteger el medio ambiente sea solo prohibir. Porque el abandono es un riesgo aún mayor para el futuro de nuestro territorio, extenso, rural y despoblado.