Editorial del número 295 de La Tierra de la Agricultura y la Ganadería

Una de las grandes verdades, que hemos vivido y escuchado los que nos hemos venido dedicando a la agricultura y la ganadería en los últimos 40 años, ha sido constatar, una y otra vez, nuestra gran capacidad de adaptación a los cambios.

Comenzamos por asumir la modernización y la mecanización del trabajo en el campo, la apertura de los mercados tras liquidar los restos del franquismo y el inmenso reto de la integración en Europa, donde inicialmente éramos más temidos que deseados.

Nada más entrar en la Política Agraria Común, empezaron las reformas, una tras otra, hasta ahora mismo; en tanto que la Unión Europea se ampliaba a nuevos miembros, el mundo se globalizaba (para lo bueno y lo malo) y comenzaba a cobrar fuerza la preocupación de los más preocupados del mundo -entre los que estamos nosotros- por las amenazas del cambio climático y la necesaria sostenibilidad de los recursos naturales.

Sin olvidar los enormes progresos en transformación digital y la presión injustificable de los grandes operadores industriales y comerciales para machacar a los productores, conseguir materias primas por debajo de coste y utilizar esas malas prácticas en aras de ganancias propias de competitividad y rentabilidad.

A todo ello nos hemos adaptado y hemos dado cumplida respuesta, provocando leyes que acaban con injusticias, como la de la Cadena Alimentaria, y siendo muy influyentes en los avances de la PAC, entre otras cosas.

Por eso ahora, cuando está a punto de cumplirse el primer año de la nueva PAC, vemos que las y los agricultores y ganaderos familiares, que somos labmayoría en España, nos esforzamos en adaptarnos a los cambios y acogernos a todos los instrumentos que conllevan apoyo económico, tales como los ecorregímenes. Aunque para ello también necesitamos apoyo y reconocimiento a las dificultades que conlleva.

Estamos realmente en el primer paso de un nuevo camino, en el que no solo nos jugamos más o menos ayudas de la PAC de cada cual en cada año, sino una verdadera transformación de la actividad en todos los sectores, adaptada a los condicionantes climáticos, a la sostenibilidad de los suelos, al bienestar animal, a la capacidad de adecuar nuestros productos a los hábitos cambiantes de los consumidores. En fin, una vez más, estar a la altura de los tiempos.

Pero para todo ello hace falta apoyo, asesoramiento, formación, compresión e impulso. Y ante estos retos, nuestro compromiso, el de UPA como organización de la agricultura y la ganadería familiar, tiene mucho valor, como se está comprobando a este año con la intensidad del trabajo en las oficinas territoriales de UPA en toda España. Porque si algo está demostrando la nueva PAC es la importancia estratégica del asesoramiento a pie de campo.

Estamos en puertas del arranque de una nueva legislatura. Torpe será el nuevo Gobierno que se forme si no entiende, de una vez por todas, que las organizaciones agrarias somos sus mejores aliadas para el progreso de la agricultura y la ganadería.

Nuestra esperanza es conseguir, por fin, que quienes asumen responsabilidades políticas y administrativas, como servidores públicos a nuestro servicio, no se dejen atrapar por la ceguera de creer que cuando reivindicamos y nos manifestamos, yexigimos lo que creemos justo, estamos buscando el enfrentamiento agresivo y destructivo. No, al menos, en el caso de la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos.

No nos gustan los mensajes catastrofistas sobre Europa como un supuesto gran enemigo del campo español, porque son proclamas siempre envueltas en hipocresía, cuando vemos que muchos de estos mensajeros del desastre son grandes propietarios de tierras, que han sido y son los mayores beneficiarios del esfuerzo fiscal de todos los europeos con la PAC.

En UPA no nos gusta convertir los problemas en excusa y paradigma. Muy al contrario, nuestra misión es desvelar los problemas, denunciarlos, destriparlos y contribuir a solucionarlos. Y además lo hacemos, casi siempre con buen resultado.

Progreso y cambio son los ejes de la lucha sindical. Por eso queremos creer que «Todo cambia», como escribió el compositor chileno Julio Numhauser en 1982 y que inmortalizó Mercedes Sosa con su voz, en cuyo estribillo se incluyen los versos «cambia lo superficial / cambia también lo profundo / cambia el modo de pensar / cambia todo en este mundo.

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