Las cooperativas agroalimentarias son el mejor ejemplo de que la economía se puede poner al servicio de las personas, y no al revés, dando muestra de que es posible hacer otra lectura de la contabilidad financiera clásica.
Estas empresas constituyen un modelo profesionalizado basado en los principios de la cooperación, el desarrollo sostenible, el mantenimiento del territorio y el reparto de valor. Por ello, constituyen un referente de la economía social agroalimentaria.
Además de producir alimentos de calidad y seguros, generan empleo, fijan población en el medio rural y velan por su desarrollo sostenible. Valores hasta ahora intangibles que las cooperativas agroalimentarias vienen aportando a la sociedad, pero que también pueden ser monetizados, es decir, traducidos en términos económicos.
Con este fin, Cooperativas Agro-alimentarias de Andalucía ha puesto en marcha el proyecto ‘Asesoramiento, orientación, consultoría, tutorización y asistencia técnica para valorizar el cooperativismo agroalimentario andaluz como factor de competitividad’, iniciativa que se enmarca en la línea 4 para la Innovación y Competitividad Empresarial de la Economía Social que financia la Consejería de Empleo, Empresa y Trabajo Autónomo de la Junta de Andalucía como parte del Programa de Apoyo a la Promoción y el Desarrollo de la Economía Social para el Empleo.
El objetivo es incorporar en las empresas cooperativas una contabilidad social, basada en una metodología que calcula y traslada al lenguaje numérico la aportación a la sociedad. Para tal fin, la federación ha contado con el asesoramiento de la Universidad de Deusto, la Universidad de Loyola y LKS Next, entidades integradas en GeacCounting, la agrupación que ha desarrollado la metodología para monetizar el valor social que generan las empresas.
LA CONTABILIDAD SOCIAL SE PRESENTA COMO UNA AMPLIACIÓN DE LA CONTABILIDAD ECONÓMICA-FINANCIERA
La contabilidad social se presenta, por tanto, como una ampliación de la contabilidad económica-financiera que “identifica las transferencias de valor que las cooperativas trasladan a terceros, bien sean trabajadores, clientes, proveedores, consumidores, la administración o la sociedad en general”, explica José Luis Retolaza Ávalos, profesor de Economía de la Universidad de Deusto y uno de los autores de la metodología empleada para el cálculo del valor social aportado.
En la actualidad “cada vez son más los consumidores y ciudadanos en general que se preocupan por el impacto social que tiene su gasto al adquirir un producto o servicio”. Con la contabilidad social “pueden visualizar cómo su consumo en una cooperativa genera un determinado valor en su entorno”, enfatiza el docente.
Esta metodología, por tanto, proporciona transparencia y permite a las cooperativas agroalimentarias “mejorar su competitividad, fomentando un cambio positivo de su imagen y reputación ante clientes, entorno y sociedad en general”.
Tras una experiencia pionera realizada en la cooperativa ganadera Covap, el proyecto se centra ahora en medir la aportación a la sociedad de las cooperativas Dcoop y Granada La Palma.
La metodología se divide en dos grandes grupos: el valor de mercado y el valor de no mercado. Así, en primer lugar, se calcula el valor generado y distribuido a través del mercado, donde hay una transacción económica a clientes o a proveedores, y que también tiene un impacto social.
Después, se calcula la aportación social que no va a mercado, es decir, las transacciones de valor que no aparecen en la contabilidad financiera (como por ejemplo, las condiciones de conciliación laboral, la estabilidad en el empleo, la garantía jurídica en la venta de la producción, la tranquilidad de tener asesoramiento técnico profesionalizado, etc.). Ambos conceptos sumados (valor social de mercado + valor social de no mercado) dan como resultado el valor social integrado.
EL PROYECTO SE BASA EN UNA METODOLOGÍA QUE CALCULA Y TRASLADA AL LENGUAJE NUMÉRICO LA APORTACIÓN DE LAS COOPERATIVAS A LA SOCIEDAD
El valor social integrado bruto generado por la cooperativa Dcoop en 2021 asciende 1.413.575.660 euros, según el proyecto.
De esta cuantía, más de 1.345 millones corresponderían al valor social de mercado, siendo el cálculo del impacto de la actividad mercantil de 38,3 millones de euros.
En cuanto al valor social de no mercado (el que no está recogido en la contabilidad financiera) supera los 68 millones de euros. Esta cifra es la traducción a unidad monetaria de la contribución de los servicios técnicos que se prestan a los agricultores, el asesoramiento, la seguridad-estabilidad que ofrece tanto para la plantilla de trabajadores como para asociados y proveedores, y la formación a sus trabajadores y base social, entre otras. El 90% del valor de no mercado (61,6 millones) se genera para las cooperativas asociadas.
En cuanto a Granada La Palma, el valor social integrado bruto generado correspondiente al ejercicio 2021 es de 214.903.379 euros.
De esta cifra, y dentro del valor social de mercado, 27 millones corresponde al impacto económico de la actividad mercantil.
Respecto al valor social de no mercado, emerge a 8,5 millones de euros que no se recogen en la contabilidad financiera, y que procede de la monetización de la aportación de la participación de socios y trabajadores, del impulso a la innovación agroalimentaria, del desarrollo profesional que permite a sus trabajadores además de la tranquilidad-garantía de solvencia que aporta a empleados, socios y proveedores. El 54,5% de este valor de no mercado (4,6 millones de euros) se genera para su base social.
Ante estos resultados, el director general de Dcoop, Rafael Sánchez de Puerta Díaz, subraya que “las empresas, y especialmente las cooperativas, no solo somos facturación y resultados. Aportamos más a la sociedad: empleo, impuestos, colaboraciones sociales, fijación de la población en el medio rural, servicios… En definitiva, somos economía social”.
Por ello, recalca que este proyecto “permite tener un valor para realmente medir a través de un estudio externo y profesional cuál es la aportación de Dcoop a la sociedad y el impacto que tiene la cooperativa en el territorio en el que opera”.
En el mismo sentido se pronuncia el presidente de la cooperativa Granada La Palma, Pedro Ruiz García, quien señala que “la base de la excelencia es la medición rigurosa que, a través de un modelo de mejora continua nos permita alcanzar los objetivos marcados”.
En este aspecto, el presidente destaca que la cooperativa lleva muchos años no conformándose con ofrecer sólo un buen producto con una calidad óptima. “Queremos construir una agricultura mejor, que aporte valor a todos los integrantes de la cadena”. Por ello, subraya el carácter esencial de este proyecto, pues “nos permite cuantificar qué es lo que aportamos a este planeta, a las personas y al entorno”, algo de vital importancia “si queremos ofrecer cada día soluciones desde la corresponsabilidad social”.
Estos resultados han sido expuestos en la jornada celebrada tanto en Dcoop como en Granada La Palma el 20 y 21 de diciembre, respectivamente.
Las cooperativas agroalimentarias son un modelo caduco para el socio agricultor. Actualmente son instrumentos para entidades financieras sindicatos y proveedores para tener dominados a los agricultores y vender en grupo o se profesionaliza la gestión de estas entidades o flaco favor hacen al agricultor