Christiane Lambert / Presidenta del Copa y de la organización agraria francesa FNSEA
«Este es el momento de Europa». Con estas palabras se dio inicio a la Presidencia francesa del Consejo de la Unión Europea, con una expresa alusión a las cuestiones relativas a la salud y al clima. Esta referencia también atañe a la agricultura: de todos los años que he podido presenciar en Bruselas, 2021 fue un año muy prolífico en materia de iniciativas agrícolas. Si bien, con el surgimiento del Pacto Verde, sigue siendo la Política Agrícola Común la principal política europea y el cimiento histórico de la Unión, tenemos claro que la PAC ya no es la única política que da lugar a repercusiones importantes en la agricultura.
La estrategia «De la granja a la mesa», la de Biodiversidad para 2030, la de Metano, la del suelo, la forestal de la UE, la de eliminación progresiva de las jaulas y la del paquete de medidas
«Objetivo 55» son iniciativas cuyos principios rectores se esbozaron en 2021 y que deberán traducirse en propuestas legislativas a partir de 2022, en parte en el marco de la Presidencia francesa. Lo mismo puede decirse de la revisión de la política comercial de la UE, con la posible conclusión de los acuerdos comerciales entre la UE y Australia y entre la UE y Nueva Zelanda, así como las incertidumbres relacionadas con la ratificación del acuerdo entre la UE y el Mercosur.
Todas estas iniciativas proponen cambios profundos que redefinirán nuestro modelo agrícola durante las próximas décadas. Por su parte, los agricultores europeos ya llevan a cabo múltiples transiciones en sus explotaciones. Desde el punto de vista político, lo más importante para la comunidad agrícola es la coherencia: tanto entre estas diversas iniciativas a nivel local, nacional y europeo, como también, y sobre todo, en nuestra política comercial. A lo largo del 2021, hemos procurado promover esta doble exigencia de garantizar coherencia en el ámbito europeo mediante una petición clara y recurrente: que se lleve a cabo un estudio exhaustivo sobre los efectos acumulativos de estas iniciativas.
Sin embargo, seamos claros: si bien los legisladores europeos emplearon una cierta creatividad a la hora de desarrollar los requisitos impuestos a los productores, lo mismo no puede decirse del capítulo dedicado a las propuestas para garantizar una competencia equitativa con nuestros socios comerciales internacionales, que careció mayoritariamente tanto de precisión como de ambición.
En este contexto, para el Copa-Cogeca es de vital importancia la hoja de ruta presentada por la Presidencia francesa de la Unión Europea, la cual se centra en el debate en pro de la competencia equitativa en el marco del «refuerzo de la autonomía estratégica de la Unión». La Comisión sostiene que esta medida puede suponer una contravención de las normas de la OMC, con lo cual la UE quedaría a la merced de posibles represalias jurídicas y económicas. Por lo tanto, examinaremos de forma minuciosa el informe que la Comisión publicará antes de junio de
2022 sobre cuán factible sea aplicar las normas comunitarias a todas las importaciones que ingresen a la UE. La comunidad agrícola ha sido y sigue siendo consecuente en la reivindicación de la competencia equitativa. A priori, deberían imponerse a las importaciones que lleguen a la
Unión Europea las mismas normas rigurosas que han de respetar los agricultores comunitarios.
No hay cuestión más transversal que ésta en cuanto a la capacidad de determinar, en gran medida, la ambición y el éxito del Pacto Verde en la agricultura. El Copa-Cogeca apoya el comercio tanto intracomunitario como con terceros países; no obstante, el comercio debe estar cimentado en normas equilibradas, equitativas y transparentes para así evitar la distorsión de la competencia. Hay que seguir atentos y dar continuidad a nuestro aporte al debate sobre las «medidas espejo» y, en términos más amplios, sobre la forma de integrar la sostenibilidad y los objetivos del Acuerdo de París en el comercio internacional. Por el momento, la OMC continúa paralizada, si bien tiene un papel fundamental que cumplir. Por consiguiente, es fundamental que haya una aplicación adecuada de los capítulos sobre los alimentos sostenibles que figuran en los acuerdos bilaterales. Es imprescindible que el proceso se desarrolle debidamente y que todo se dé en el momento oportuno si se quiere evitar que las famosas «medidas espejo» se conviertan en meros pretextos y engaños, o «humo y espejos» por hacer alusión a la frase original en inglés.
Hay un segundo punto en la hoja de ruta de la Presidencia francesa que nos parece esencial: el énfasis que se ha puesto en el desarrollo de la «absorción de carbono mediante la actividad agroganadera» [en inglés: carbon farming]. Esta iniciativa brindará grandes frutos si permite que la agricultura sea más sostenible, aporta beneficios climáticos y garantiza una renta adicional para los agricultores. Las dos claves del éxito de este nuevo modelo de negocio para los agricultores son la tarificación del carbono y los instrumentos de mercado. En este sentido, el paquete de medidas «Objetivo 55» ya está encaminado a allanar el camino. Sin embargo, la nueva estrategia de protección del suelo de la UE, la estrategia de Biodiversidad para 2030 y los objetivos de recuperación de la naturaleza también tendrán que ser coherentes con el papel clave de la agricultura en el almacenamiento de carbono. Hay que asegurarse de que los agricultores sean recompensados no sólo por su participación en el aumento de la captación de carbono, sino también en la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero.
En cuanto al comercio internacional, también es interesante la propuesta de establecer un mecanismo de ajuste en frontera por emisiones de carbono para evitar justamente la fuga de carbono. Los principales estudios relativos a la estrategia «De la granja a la mesa» muestran que este efecto de fuga de carbono tiene el potencial de anular en gran medida todos los esfuerzos realizados por los agricultores europeos. Por el momento, la Comisión ha decidido excluir la agricultura, aunque los factores de producción esenciales para la continuidad de la actividad agrícola, en particular, los fertilizantes, estarán sujetos a este mecanismo. Esto no solo reduciría la competitividad de la agricultura europea, sino que también provocaría una fuga de carbono del sector agrícola al favorecer las importaciones de productos agroalimentarios con una mayor huella de carbono. Por lo tanto, se debería rectificar este desequilibrio, bien excluyendo al sector de los fertilizantes, o bien desarrollando un instrumento para evitar la «fuga de carbono» en la agricultura. Pero dada la escasa voluntad política de eliminar al sector de los fertilizantes de la propuesta de la Comisión, es de vital importancia mejorar el buen funcionamiento del mercado de los fertilizantes a corto plazo.
El próximo lunes tendrá lugar la primera reunión del Consejo de Agricultura y Pesca bajo la Presidencia francesa. Contamos con que estos últimos presenten una visión ambiciosa y estratégica de la agricultura europea, en la que se vuelvan a poner en perspectiva las cuestiones alimentarias y medioambientales. Dicha reunión será una ocasión sumamente importante y tenemos grandes expectativas al respecto.