José Vicente Andreu / Presidente Jóvenes Agricultores ASAJA Alicante
Resiliencia. Término acuñado en los últimos tiempos y que se refiere a la capacidad de una persona para superar circunstancias traumáticas o complicadas y salir fortalecido de ellas. Si bien, uno de los sectores que viene practicando la resiliencia desde mucho antes que este vocablo se pusiera de moda ha sido el agrícola, concretamente, el eslabón más débil, el productor. Los bajos precios, los abusos de la cadena alimentaria, el encarecimiento de los inputs, la falta de agua y la inoperancia política, el aumento de la burocracia … son lastres que forman parte de nuestro trabajo diario. Pero el escollo que se nos ha sumado ahora es prácticamente indomable y avanza descontrolado. Me estoy refiriendo a las plagas que nos están llegando con las importaciones de frutas y hortalizas procedentes de países terceros.
Uno de los casos más flagrantes es el del Delotococcus aberiae o Cotonet de Sudáfrica, que llegó a España en 2009 y, desde entonces, ha avanzado sin control, extendiéndose por la Comunidad Valenciana, donde tiene presencia y ha causado daños en 80 municipios. Una plaga importada que se ha convertido en una auténtica pesadilla para el citricultor español en las últimas dos campañas.
Llegado este punto y, tras la negativa por parte del Ministerio de autorizar excepcionalmente el metil clorpirifos, fitosanitario que hasta la fecha había sido la única herramienta eficaz para su contención, queda demostrado que el plan de actuación presentado por el Ministerio de Agricultura en septiembre de 2019, que tenía por objetivo evitar la dispersión y reducir las poblaciones, ha sido un fracaso, pues la plaga ha seguido expandiéndose como una mancha de aceite por toda la Comunidad Valenciana, conociéndose ya casos en Andalucía, Murcia y Cataluña. Por tanto, es urgente que la Administración salga del silencio y nos indique cual ha sido el problema y que hay que corregir del protocolo con la finalidad de no tener los mismos problemas en las próximas campañas. La situación es de una gravedad extrema y es necesario actuar a corto plazo, estableciendo ayudas indemnizatorias para los citricultores afectados, que no tienen ninguna culpa, pues es una plaga importada por la negligencia y la flexibilidad imperante en los controles fitosanitarios de los puertos de entrada a Europa.
No menos importante es el caso de la Xylella Fastidiosa, que afecta a las comarcas del norte de Alicante y de la que los últimos datos facilitados por la Conselleria de Agricultura publicados recientemente arrojan más de ochocientos positivos, de los cuales más del 20% corresponden a especies vegetales forestales. Una vez más queda demostrado que el protocolo que aplica la Conselleria de Agricultura de erradicar masivamente almendros, de poco o nada sirve si la plaga está presente en la masa forestal, imposible de erradicar, tanto por la gran extensión que abarca, como por lo inaccesible de la orografía.
De nuevo, el agricultor paga las consecuencias de una plaga importada y ya llevamos la escalofriante cifra de 140.000 árboles destruidos en nuestra provincia dentro de la estrategia poco transparente que está llevando a cabo la Conselleria, en la que el remedio está siendo mucho peor que la enfermedad, puesto que están destruyendo el pulmón verde de Alicante.
Y mientras que aquí “somos más papistas que el Papa”: arrancamos masivamente almendros de secano, estén infectados o no para contener la Xylella, poniéndose todos los medios habidos y por haber (20 millones de euros llevan gastados en la Xylella) y destruyendo la zona sin miramientos porque, según Agricultura: “lo importante es erradicar la plaga”, sin importar el daño local que se esta generando a los vecinos de esos pueblos, ¿qué se está haciendo para controlar el Cotonet? NADA. No hay recursos, llegamos tarde…
Pero, lo paradójico es que permitimos la entrada de productos de terceros países tratados con sustancias prohibidas aquí hace 20 años, en Sudáfrica se han plantado diez millones de plantas nuevas en los últimos seis años, Egipto ha duplicado su exportación y entre septiembre del 2020 y marzo del 2021 la UE ha importado más de un millón de toneladas de cítricos de fuera.
La UE debe aceptar que la agricultura europea hay que protegerla por su fragilidad y no puede seguir siendo la moneda de cambio y contraprestación para conseguir ventajas en otro tipo de bienes, servicios, e inversiones que se negocian con estos terceros países. El problema es de presente, pero es todavía más de futuro, porque de seguir así la citricultura y el sistema productivo de alimentos en España va a desaparecer. Lo único que estamos pidiendo es un mercado con las mismas normas y reglas del juego para todos. Que se aplique un plan de vigilancia fitosanitario en los puertos de entrada, homogéneo y riguroso que contemple el tratamiento de frío en las importaciones. Porque por muy resilientes que seamos hay un límite y la agricultura mediterránea difícilmente podrá seguir ejerciendo el arte de levantarse si el gigante de Bruselas y los Estados miembro no valoran la relevancia del sector primario ni establecen mecanismos para defender explícitamente al sector agrícola y ganadero.