Editorial del número 280 de La Tierra del Agricultor y Ganadero

Una de las primeras enseñanzas escolares cuando nos enfrentamos a las matemáticas es comprender, en la más tierna infancia, que en sumas y multiplicaciones el orden de los factores no altera el producto. Una máxima atribuida a Pitágoras que viene al pelo, pero justo en sentido contrario, cuando reflexionamos sobre los horizontes que se están abriendo en el campo español tras los acuerdos de la cumbre europea del mes de julio.

Por muy manido que esté, que lo está y mucho, el adjetivo “histórico”, esta cumbre sí lo ha sido, debemos reconocerlo. Porque históricas son las circunstancias de un mundo paralizado por un virus incontrolado, con consecuencias extremas para la salud, el trabajo y la economía de cada rincón del planeta.

Una cumbre europea histórica que, con sus luces y sus sombras, ha demostrado una vez más que los países europeos están felizmente obligados a entenderse y encontrar soluciones comunes a problemas comunes, superando falaces egoísmos nacionales, de posición históricogeográfica e incluso de pretendida superioridad moral o cultural.

Un continente autodestruido una y otra vez a lo largo de la historia en sangrientas guerras interminables, cuna de los Estados-nación, que afortunadamente ahora cuenta con el sólido entramado de la suma de Estados que es la Unión Europea, para hacer frente a virus que afecta a la salud de todos y a los efectos terribles que genera para el bienestar de la población.

Visto desde nuestra óptica, la de la agricultura familiar en España, cuando analizamos estos grandes acuerdos históricos no podemos evitar una mezcla de satisfacción y preocupación. Contentos por ver un camino positivo en la reconstrucción apoyada por Europa. Pero muy inquietos por saber cómo encajará la gestión de la nueva PAC en el periodo que se abrirá en 2021. La cuestión es que, al final, todo forma parte del mismo paquete. Porque Europa se construye a base de grandes acuerdos políticos pero, sobre todo, de gestión presupuestaria, cuyos límites se aprueban en común pero después se distribuyen con un gran margen de discrecionalidad en cada Estado.

Por eso, aunque nos inquieta que el límite presupuestario para la PAC de los próximos años tenga un recorte frente al periodo anterior, lo que verdaderamente nos preocupa es cómo se vayan a repartir esos recursos en España. En definitiva, es más importante el reparto que el recorte, que debe decidirse en el Plan Estratégico nacional que presentará el Gobierno español en los próximos meses, tras consensuarlo con organizaciones agrarias y comunidades autónomas.

Y aquí es donde vuelve a aparecer Pitágoras, porque el orden de los factores solo derivará en un buen producto si todo el sistema político y territorial defiende con firmeza la trascendencia histórica de sostener a la agricultura familiar, concentrando ayudas, políticas y prioridades donde más esenciales son y más sentido tienen.

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