La alimentación y las bebidas es un sector clave, por lo que es estratégico hacer que la cadena que permite su funcionamiento sea lo más resistente posible ante imprevistos. Esta necesidad se incrementa en tiempos de incertidumbre como los que vivimos. Por eso, se defiende una cadena alimentaria de proximidad, innovadora y justa como «esencial para la supervivencia económica».
Es lo que el director en Barcelona del Máster en Food and Beverage Sustainable Entrepreneurship de la Universitat Abat Oliba CEU y la SAA School of Management de Turín, Bram-Kees Trouwborst, llama «cadena de valor resiliente». Ésta vendría definida por su capacidad para «gestionar cambios bruscos en la oferta y la demanda y por tener la eficiencia suficiente como para mantener niveles de precio y calidades razonables en momentos de crisis». En este sentido, este especialista señala que «el hecho de poseer una cadena propia, gestionada de forma sostenible y que garantice condiciones justas para todos los implicados, es esencial para la dinámica y supervivencia de la economía en momentos de crisis»
Para este profesor, desarrollar el concepto de sostenibilidad en todos los eslabones de nuestro sector alimentario contribuiría a liberarlo de una de sus principales debilidades: la dependencia del precio. Actualmente, la globalización sitúa a los agricultores y ganaderos en una situación «asfixiante». La tensión a la baja sobre los precios reduce su margen de maniobra y los deja muy expuestos ante episodios de crisis. Lo mismo sucede a causa de la posición de dominio que adquieren agentes comerciales como los grandes supermercados. Según explica Trouwborst, «cada vez hay menos y los que quedan son los más potentes. Su cuota de mercado les puede dar mucho poder dentro de la cadena de valor y así hacer dependientes a empresas proveedoras y a sus productores, lo que puede traducirse en la fijación de condiciones que pueden llegar a ser abusivas».
Vemos así que «cuando el precio es la variable singular determinante en la cadena alimentaria, cualquier cambio inesperado tendrá influencia negativa para los actores dependientes». Por ello, este profesor de Marketing apuesta por la generación de valor a través de sostenibilidad. Sostenibilidad económica, en primer lugar, lo que significa garantizar un «reparto más justo del beneficio» entre todos los eslabones de la cadena. Esto haría disminuir el riesgo de que la saturación de alguna de ellas ponga en peligro el conjunto del sistema.
Innovación
Trouwborst pone también el acento en el factor de la innovación, ya que ésta, junto al aprendizaje continuo hará al sector más adaptable y, por tanto, más resistente. La innovación pone en marcha círculos virtuosos. «Por ejemplo, el desarrollo de prácticas y productos sostenibles puede tener consecuencias positivas estructurales para diferentes stakeholders en la cadena. Ante todo, mejorará el posicionamiento internacional y así el valor del sector entero».
Asimismo, la innovación genera diferenciación. «Las leyes del Marketing nos enseñan que una oferta única es lo que el público objetivo quiere percibir. Como consecuencia, el posicionamiento mejora y, con él, el valor del negocio. La innovación también puede, más específicamente, significar un proceso de desarrollo de nuevos productos o la búsqueda de nuevas aplicaciones y servicios existentes». Por ejemplo, observa este profesor de la UAO CEU, «el desarrollo de uvas cada vez más resistentes a los cambios de temperatura es un claro ejemplo de este esfuerzo en diferentes bodegas». Y es que el sector vitivinícola ha sido «pionero en mostrar el éxito de eventos innovadores, donde vinos, productos gastronómicos, música y otras expresiones culturales se fusionan. Se han generado más canales innovadores para conquistar al consumidor y abrir nuevos mercados».
Producto de proximidad
El otro gran pilar de la sostenibilidad se asienta en el producto de proximidad. Actualmente, «presionados por precios mínimos, exportamos productos autóctonos al extranjero a tarifas más elevadas y por la misma razón importamos materias primas y artículos finales», describe Trouwborst.
Esta dinámica entraña un peligro para «agilidad y la tasa de reacción de los sectores». Por ejemplo, se cuestiona este experto, «¿qué pasa con los productos alimentarios procedentes de países de Europa del Este y, más lejanos aún, Asia? En periodos de crisis la rapidez, el tiempo de distribución y el time-to-market son clave. La dependencia de terceros puede poner en peligro la seguridad alimentaria».
Por estas razones, se debe «incentivar la oferta y la compra de los productos de proximidad, garantizando un beneficio razonable para los productores y un precio moderado para el consumidor».
Por todo lo expuesto, concluye Trouwborst, si conseguimos disponer de una cadena alimentaria de valor sostenible, «esto conllevará la adquisición de mecanismos de adaptación a situaciones imprevistas y entornos inciertos por resultar autónoma e innovadora».