Daniel Torres Hernández / Técnico de la Fundación Global Nature
Si la situación que vivimos en el contexto de la PAC fuera un chiste, y les aseguro que no lo es, podríamos recitar lo siguiente: “Se abre el telón y vemos una región con un déficit hídrico en aumento, elevadas tasas de erosión, incapacidad del suelo para retener el agua, problemas de polinización y una política agraria “en obras”. Se cierra el telón, ¿cómo se llama la película?” La respuesta bien podría ser: “La última PAC antes del desierto”.
Pero hablemos, con seriedad, del contexto. En España, la temperatura máxima media aumentará en el S. XXI entre 2,1 y 5,8º C y la temperatura mínima media lo hará de 1,6 a 4,3º C. Las olas de calor se alargarán y las tendencias en precipitaciones reducirán su frecuencia y aumentarán su intensidad. Esto se traducirá en un mayor estrés hídrico, pérdida de suelo fértil y, en definitiva, un menor rendimiento agrícola. Las tasas de erosión en cultivos herbáceos se sitúan por encima de las 10 toneladas por hectárea en gran parte del sur de Europa. En cultivos permanentes las pérdidas de suelo suelen superar las 40 toneladas por hectárea en suelo desnudo, llegando incluso a las 200 en terrenos con mayor pendiente. El consumo de fertilizantes minerales se encuentra al alza, y varios países presentan una tendencia al aumento en el uso de pesticidas: 5,2% en el caso de España, 17,4% en Francia y 26,5% en el caso de Austria. En resumen, si consideramos el coste del suelo que perdemos con tasas de erosión de 40 toneladas por hectárea, el resultado es pérdidas de 2.600 € por hectárea y año, inasumible para un agricultor.
Y este desierto avanza como el enemigo común número uno, aunque no lo identifiquemos como tal de forma conjunta. Y lo seguirá haciendo si no reducimos: la superficie de suelo que se encuentra desnudo cada año; el abuso en fertilización mineral, con el que reducimos el contenido en carbono y materia orgánica de nuestros suelos, lo que afecta a la cantidad de agua que pueden infiltrar, retener y ofrecer al cultivo cuando más lo necesita; y el uso de pesticidas, con el que se desploman las tasas de polinización y de control biológico de las plagas que afectan a nuestros cultivos. En definitiva, todos estos indicadores nos muestran que tendremos menor resiliencia y rentabilidad de las explotaciones agrarias, menor seguridad alimentaria y empobrecimiento de nuestro patrimonio natural.
Ante estos datos tan ilustrativos, nos preguntamos ¿es tan difícil entender que cuando se habla de la pérdida de biodiversidad, entendida como cantidad y diversidad de organismos presentes en un ecosistema, también se considera la antropo-biodiversidad, entendida como la cantidad y diversidad de seres humanos que lo habitan? Agricultores, ganaderos, sindicatos, industria, ecologistas y profesionales de la administración, ¿qué va a hacer esta desertificación con todos vosotros?
Es el momento de enfrentarnos a nuestra Política Agrícola Común (PAC) y decirle, ¿qué vamos a hacer con una condicionalidad reforzada si finalmente no contempla la rotación de cultivos como escudo ante la degradación, o evitar suelo desnudo en los periodos más sensibles, o si el uso de herramientas para gestión de nutrientes es voluntario? ¿Cómo forjamos unos eco-esquemas potentes a nivel nacional con menos del 30% del presupuesto en el primer pilar? ¿Cómo pretendemos vencer si los fondos para nuestras flechas más precisas, las medidas agroambientales, se ven reducidos de una manera tan drástica? ¿Es que hemos dado ya la batalla por perdida?
Fundación Global Nature sigue en la lucha y esta pasada semana ha estado ante las puertas del Parlamento Europeo, con agricultores, ganaderos, diferentes entidades y la ciudadanía, en general, de Europa. El objetivo es trasladar esta situación al Parlamento. Porque es una lástima que el agricultor sienta amenazada su producción por las medidas medioambientales, sin darse cuenta de que también pueden ser su aliado. Es también un paso atrás que un determinado grupo ecologista no entienda que las medidas a implementar en una explotación han de tener también en cuenta los rendimientos del cultivo.
Existen soluciones que empiezan por mirar al suelo
Las soluciones existen y, en parte, pasan por entender que el elemento clave es el suelo: como fuente de vida, riqueza y patrimonio natural. Las características de este suelo para constituir nuestra mejor arma han de ser: fertilidad, (química, física y biológica), alto contenido en carbono y materia orgánica, alta capacidad de infiltración y retención de agua, abundancia y profundidad. En esta misma línea, debemos consensuar que en la región meridional (una de las más castigadas por el cambio climático a nivel mundial) estas características sólo se cumplirán a través de medidas como la rotación de cultivos a nivel de parcela y la diversificación de cultivos a nivel de explotación, la implementación de cubiertas vegetales, un aumento de las enmiendas orgánicas y la máxima imperante de mantener el suelo cubierto el mayor periodo de tiempo posible.
Cabe añadir que disponemos de herramientas y metodologías testadas a pie de campo que permiten poner cara a todos estos retos climáticos en cada cuadrícula de 25×25 km del territorio europeo. Asimismo, pueden bajar a nivel de explotación agraria en cada una de esas cuadrículas, atender sus especificidades y desarrollar un plan de acción de adaptación a este cambio climático, como los desarrollados, por ejemplo, por Fundación Global Nature en el proyecto Agriadapt. ¿Por qué no se ha empezado ya a desarrollar un mapa de riesgos por regiones que nos ayude tanto a la adaptación de las explotaciones como a la toma de decisiones informadas en políticas como la PAC? Existen los medios para hacerlo, por lo que la respuesta sólo apunta a la ausencia de fondos o de voluntad, aunque no olvidemos que lo segundo controla lo primero.
En este momento, los Estados Miembros en el Consejo de Agricultura y el Parlamento Europeo están considerando reducir o flexibilizar los objetivos medioambientales y climáticos de la condicionalidad reforzada de la PAC post-2020, concretamente los de protección del suelo, rotaciones e infraestructuras ecológicas, con el grave perjuicio que ello supondría para la sostenibilidad de la agricultura española en escenarios de cambio climático. Además, el Comité de Agricultura y Desarrollo Rural y el Comité de Medio Ambiente del propio Parlamento Europeo tienen serios problemas para ponerse de acuerdo en el rumbo a seguir. Sin embargo, no hay razón para la desesperanza. Lo que define un escenario son los conflictos que surgen entre los diferentes actores, y una vez estamos definidos, es un buen momento para que nuestra definición les ponga remedio. Para ello, es de vital importancia que ningún actor desaparezca de la escena, pues el buen resultado de la obra depende de la aportación de todos y cada uno de ellos. Nadie querría asistir a una obra de teatro donde los roles no estuviesen bien distribuidos. Un momento, ¿roles? Tal vez quise decir de nuevo fondos…
Queremos ver un acto final en el que se plante cara a la desertificación, que hemos de identificar como enemigo común número uno. ¡Hagámosle frente con una nueva PAC que le frene, hagámosle frente con una nueva PAC que no sea la última antes del desierto!