Las sospechas de fraude vuelven a extenderse sobre el jamón. Esta vez sobre los jamones congelados. Según ha podido confirmar Javier Romera en elEconomista.es a través de distintas fuentes, el Seprona (Servicio de Protección de la Naturaleza) está investigando, en estrecha colaboración con la UCO (Unidad Central Operativa), la venta masiva de nuevo de jamones, sometidos a un proceso de congelación y descongelación, sin avisar al consumidor, tal y como establece la normativa.
Hace un año, la Guardia Civil descubrió ya en un polígono industrial de la localidad de Fuente Vaqueros (Granada), un almacén frigorífico donde se guardaban 10.700 piezas, entre jamones ibéricos congelados y embutidos de cerdo ibérico envasados, también congelados, todos ellos en mal estado de conservación.
Los agentes descubrieron ya entonces que muchas de las piezas estaban caducadas desde el año 2015 y que otras ni siquiera tenían fecha de caducidad. Pero lo peor era que algunas estaban visiblemente podridas, no existían albaranes que acreditaran la procedencia ni el destino del producto y las etiquetas inspeccionadas presentaban indicios de haber sido manipuladas.
La Guardia Civil procedió entonces a inmovilizar toda la mercancía, al considerar que podía suponer un riesgo para la salud pública y se alertó a la Delegación Provincial de Salud de la Junta de Andalucía.
Pocos meses después, en noviembre del año pasado, la Guardia Civil decomisó otras 4.233 paletas de cerdo ibérico falsas, algunas de ellas listas para ser puestas ya a la venta, deteniendo a seis personas en las provincias de Madrid y Ávila.
De forma paralela, el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción de Fregenal de la Sierra (Badajoz) ha imputado a casi una veintena de sociedades y decenas de empresarios del sector tras descubrir miles de piezas en mal estado, listas para su distribución. En su declaración ante la jueza Francisca Valverde, el inspector sanitario Miguel Ángel Batalla llegó a decir que «estaban manipulando y envasando jamón, lomos y embutidos en condiciones higiénicas lamentables, sin registro sanitario ni trazabilidad alguna». El inspector no tuvo ninguna duda en señalar así ante el tribunal que «había un riesgo evidente para la salud humana» y que lo que se vendía «era comida para perros».
Y el problema es que lejos de controlarse, el fraude no ha parado. Tal y como se publicó el pasado miércoles, Alkemi, uno de los laboratorios de referencia de la industria alimentaria, ha detectado varios casos de listeria en jamones, que habrían sido sometidos a un proceso de curación incorrecto o que se habrían congelado sin avisar al consumidor.