Fernando Gutiérrez / Ganadero de vacuno de Quintana del Puente

¡Qué fácil es tirar piedras sobre un sector como el ganadero! Se nos acusa, a nosotros y a nuestras vacas, de ser los causantes de todos los males del mundo: los malos olores, la obesidad, la desertificación, el cambio climático y, por supuesto, la muerte de Manolete, pero nadie se para a pensar que, si bien es cierto que esta actividad contamina, ¡como todas!, también es la última bala que nos queda para generar vida en esa España vaciada de que tanto hablar nuestros políticos.

Los ganaderos somos casi los únicos que vivimos todo el año en esos pueblos vacíos, con nuestra actividad mantenemos vivos los pueblos y nuestros impuestos colaboran para reparar infraestructuras, mantener las piscinas municipales tan demandadas por los veraneantes en los calurosos veranos de la Meseta, pagar fiestas y comidas del verano.

Tenemos más de un millón de animales en Castilla y León que pastan gran parte del año, aprovechando un recurso  que sólo puede tener el fin que se le da ya que el cuerpo humano no puede procesar la celulosa, base de la fibra de los forrajes. Otro uso que puede tener el pasto es servir como acelerante en caso de incendio, por lo que si conseguimos carne de un recurso gratuito y a su vez mantenemos limpios los montes, ayudando a evitar incendios ¡Tan malos no seremos! Eso sí, no somos modernos, no somos verdes ni ecologistas, tan solo nos dedicamos a cuidar el campo, los montes y a criar nuestros animales mejor que a nuestra propia familia.

Nuestra Ministra para la Transición Ecológica se centra en hablar de lo que contaminamos pero no pone sobre la mesa líneas de trabajo para contaminar menos, no favorecen la creación de plantas de biogás, como sucede en otras partes de Europa, para emitir dióxido de carbono en lugar de metano al tiempo que se genera energía eléctrica usando el estiércol como materia prima y generando un residuo poco contaminante que sirve como abono. En lugar de eso se dan ayudas millonarias para plantas de bioetanol, que consumen productos que sí sirven para la alimentación humana (colza, maíz, cereales de invierno, …) y cantidades ingentes de aceite de palma que deforestan grandes extensiones de selva asiática. Nuestro abono, a su vez, reduce la necesidad de importar minerales de otros continentes que generan miles de kilómetros de transporte con la consiguiente contaminación asociada.

Dando un paseo tranquilo por los campos abonados con estiércol se puede ver la microfauna existente (lombrices, artrópodos, …) que a su vez sirven de alimento a otras especies, es fácil ver como las aves visitan este tipo de parcelas constantemente evitando aquellas no abonadas con estiércol.

Una última reflexión. Se habla del purín y el estiércol como si fuera el mal por excelencia pero no se valora como recurso. Un abono orgánico bien utilizado y en su justa medida es el complemento idóneo para una agricultura verde y eficiente. Los campos abonados de forma natural tienen mayor producción y una mejor estructura del suelo, con mayor cantidad de materia orgánica, que facilita la retención de agua, y por tanto su ahorro.

Así somos los ganaderos, no rehusamos nuestra responsabilidad en el cuidado del medio ambiente, hablamos con conocimiento del campo y, sobre todo, con pasión por una forma de vida que evolucionará y elegirá la mejor opción para no contaminar, como ha hecho siempre, pero, por favor, dejen de tirar piedras absurdas y gratuitas sobre nosotros -nuestra vida ya es bastante sacrificada- y pongan de su parte para no destruir un sector rural ¡y real! que da vida a nuestra región y al que todo el mundo se empeña en decir que quiere salvar.

(Publicada en Asaja Palencia)

×