Jose Manuel de las Heras / Coordinador Estatal de Unión de Uniones
Como cada agosto, la actividad del país se ha paralizado. Es el mes de veraneo por excelencia, a pesar de los precios y que todo resulte estar masificado, como se contará, como siempre, a la vuelta.
Aunque, en realidad, el país, en lo referente a las decisiones importantes que deben tomar los políticos, ha estado paralizado mucho más, haciendo las cuentas de la lechera, para la moción de censura, luego para que les votemos, después para intentar formar Gobierno hasta el último momento. Así que, de estar en coma desde hace bastantes meses, a coma profundo en agosto. Habrá que ver qué ocurre en septiembre…con las recuperaciones y la vuelta al cole.
Pero hay algo que no se para y esto es la vida de las personas. Por lo que nos concierne, precisamente, la vida del campo, el medio en el que trabajamos y que, muchos de nosotros, la masificación de las playas no las vivimos, nos la cuentan, porque hay mucho que hacer para sacar adelante las producciones.
Frutas, verduras, leche, carnes, aceite, vino, unas producciones, no nos olvidemos, que alimentan a muchas bocas, que llena despensas de muchas familias, aquí y en Benidorm, y que exportamos y que tienen que seguir funcionando, contra viento y marea y con lluvias y sequías.
Sí, porque aunque el Ministerio cuelgue el cartel de cerrado por vacaciones, el campo no se cierra. El campo sigue. Aunque el Ministerio no haya querido afrontar grandes temas pendientes en la agroalimentación española para no incomodar a los poderosos y privilegiados en los meses pasados, cuando los que máximos los responsables se veían de paso o no confirmados – y se siguen viendo algunos en la actualidad.
Quizá pronto se vuelva a hablar de nuevo de la España Vaciada, del abandono de los pueblos, de la necesidad de relevo generacional y de incorporación de jóvenes, pero desde luego esos temas los pospusieron u olvidaron los partidos en el momento en el que el medio rural echó su papeleta en las urnas. Tanto es así que hasta algunos, a la agricultura, y al medio rural lo han calificado de jarrón chino, -es muy bonito pero mejor no lo toquemos por lo que pueda pasar- y da la impresión de que ni siquiera piensan en limpiarle el polvo.
Importa, aunque a veces las condiciones no son buenas, ni justas en muchos de los casos, pero nosotros, como la mayoría de los de los españoles y con la salud del autónomo, nos sacamos el país adelante y nos apañamos como podemos, porque seguimos haciendo nuestro trabajo, gestionando el territorio y trabajando nuestros cultivos y explotaciones, a pesar de las continuas amenazas que nos vienen por distintos flancos: meteorológicas, de sanidad animal y vegetal, de plagas o de bajos precios y aumento de costes, de tratados comerciales que se cierran en despachos sin considerar el impacto que tiene para el campo. Sí, me refiero a UE – Mercosur.
Esos bajos precios que nos dicen que fija el mercado, pero en la mayoría de los casos los fija de forma unilateral la industria y la distribución, están tocando de muerte la rentabilidad de la agricultura y ganadería tradicional y están haciendo que muchos productores huyan para sobrevivir hacia lo intensivo. Olivar, viñedos, almendros…son sólo un ejemplo, y, también en la ganadería, camino de granjas más industriales y grandes.
¿El modelo que tenemos hasta cuándo nos durará? Hablamos de cambio climático, de adaptación, ¿pero no necesitaríamos también un Plan Nacional de Regadíos? Para saber de cuánta agua y dónde vamos a tener y para qué cultivos? ¿No necesitamos que se tome en serio la agricultura y la ganadería y se tienda a una mejor planificación?
La sensación que tenemos es que cada vez que se quiere hacer algo, se mira al árbol y no al bosque y así no se puede entender ni dimensionar la naturaleza de lo que ocurre en ese jarrón chino en el que parece haberse convertido la agricultura, la ganadería y el medio rural.
Mucho se habla también de agricultura ecológica, incluso, está de moda, pero, ¿la gente tiene dinero para pagar esos productos más caros? Porque no es lo mismo y la rentabilidad es el fin del trabajo, no de los agricultores y los ganaderos, si no de todas las profesiones.
Y mientras pasan estas cosas, los cítricos se quedan en los árboles, nuestro aceite que es nuestro oro líquido, mal pagado y mal valorado – que es casi peor – la leche está desparramada por una cadena alimentaria que funciona solo para los más fuertes.
Y el país, en coma profundo porque es agosto y con el aire acondicionado a tope, a ver si se vuelan los problemas con el viento artificial. Y el resto del año, los que tienen potestad de poner un poquito de orden, nos dicen lo de siempre: “Estamos trabajando en ello”. Espero que pronto lo hagan de verdad.